Simetría


Se prohibe hablar de política
Foto original de lindatxikiakalea.

No habrá una oportunidad mejor, al menos en un futuro previsible, para reorganizar el panorama político de España. Los recientes acontecimientos han demostrado que una fracción del PP no está ni estará, en ese mismo futuro del que hablaba, representada por su dirección: los presuntos gallardonistas. Dependiendo de si tal fracción existe —con total probabilidad, sí— y de si tiene la masa crítica necesaria —¡he ahí la cuestión!—, Alberto Ruiz Gallardón podría, una vez que pase la tormenta del 9-M, y con más razón si el barco que se hunde en esa tormenta es el suyo pero cada vez menos propio, encabezar una iniciativa de centro-derecha, reformista y liberal, en el sentido de la intentona fallida de Miquel Roca en 1986: el por todos olvidado Partido Reformista Democrático.

¿Qué hace suponer que lo que falló estrepitosamente en el 86 pueda funcionar ahora? Para empezar, en aquellos tiempos estaba ya maduro el proceso de concentración política. La alternativa de centro al Partido Popular, ya por entonces Centro Democrático y Social, había desaparecido casi completamente del espectro político. Estaba por comenzar el “viaje al centro” del PP, que culminó en la victoria de 1996. El PRD nació para ocupar un espacio cuyos votantes, todavía, estaban ocupados llenando sus sobres con papeletas del PSOE o, simplemente, absteniéndose. Recordemos que la dictadura había terminado hacía poco más de una década, y los partidos de derecha eran vistos aún como una reminiscencia vergonzante, dirigidos como estaban en muchos casos por antiguos ministros del régimen.

Las futura convocatoria electoral de marzo va a encontrarse con un espacio vacío de cierta entidad entre los partidos dominantes, igual que en 1986, y el PP requeriría de una cintura mágica para absorberlo. Sin embargo, el “rebote del centro” que se inició en 1996 no ha terminado, y las personas que forman parte de las listas indican que aún hay recorrido hacia la derecha. En la otra orilla, la política social del actual Gobierno de la Nación parece ser percibida como claramente izquierdista (en contraposición a la política económica, prácticamente fuera del debate político debido al ciclo alcista que termina): esto confirma el hueco que, con habilidad, podría aprovechar Gallardón para recoger el testigo de Roca y plantear de nuevo una iniciativa adelantada entonces a su tiempo, pero ahora quizá en sazón, e instaurar así una deseable simetría en la democracia española.

Dos partidos de izquierda, dos de derecha. Uno grande, otro pequeño. Política de verdad en el hemiciclo. Sólo faltan los votantes: con una distribución territorial similar a Izquierda Unida, serían necesarios 250000 votos para colocar al mismo Gallardón en el Congreso, el doble para que también estuviera su mano derecha, Manuel Cobo. Quizá algunos menos, si pudiera conseguir apoyos en las circunscripciones electorales pequeñas, tradicionalmente inclinadas a la derecha. ¿Está España a la altura de las circunstancias? ¿Lo está el cabizbajo alcalde?


Este artículo es el primero de una serie dispersa (es decir, que publicaré conforme se me vaya ocurriendo) que desarrollará algunos de los temas planteados en Ocho pequeños deseos para 2008. Quien avisa no es traidor.