¿Qué tienen en común una PDA y la fontanería? La última vez que vi reparar una pequeña perforación en una tubería, comprobé como eso de que los tiempos adelantan que es una barbaridad se aplica también a los fontaneros. Ya no se suelda nada; basta una abrazadera especial, hecha de dos piezas atornilladas, para reparar el desaguisado. Nadie se sorprendería de ver al fontanero sacar una PDA del bolsillo para organizarse su agenda después de guardarse los 200 eurazos de rigor, recién salidos de nuestra dolorida cartera.
Me pasaron hace un tiempo una iPAQ hw6515 reciclada. Es una máquina algo corta en algunos aspectos, pero las ranuras de tarjetas de memoria y, sobre todo, el teclado incorporado con un factor de forma de lo más cómodo me permitían imaginarme casos de uso como, por ejemplo, escribir artículos para esta bitácora desde cualquier sitio. Sé lo que estáis pensando… Como tengo un iPod, ¿para qué necesito una (¿otra?) PDA?
Lo obvio es que el Touch no es un teléfono. Menos evidente es que por mucho que Apple cante las bondades de la perfección apolínea de su máquina, lo cierto es que soy incapaz de usar su teclado con una mínima rapidez y precisión, que el sistema de autocorrección necesita correcciones (por decirlo suave) y… ¿Dónde está el copypaste? Por no-Dios, ¿en qué está pensando Steve Jobs? Malo es caer en el feature creep tan típico de Windows, pero es mucho peor vender ratones sin botones y teclados sin letra c con la excusa de un diseño ferpecto.
En efecto, no van a darme el carnet de fanboy de Apple, por lo menos hasta que vuelva a tomar mi medicación. Tampoco un MCSE honorario. Pero lo que me pincha por dentro como un bocata de chinchetas es, en esta ocasión, problema de HP y no de Apple ni de Microsoft. Todavía conservo mi HP48, mi Paca. Le faltan dos años para la mayoría de edad, y funciona como el primer día (lo triste es que ya no me sirva de nada, pero eso será otra historia). Es un vestigio de tiempos más felices, en los que los ingenieros mandaban sobre el producto. Pero un buen día HP despertó en manos de los contables —sin intención de ofender. Esta hw6515, que habría sido un aparato impresionante, capaz de emular por software a mi Paca sin despeinarse mucho, terminó siendo un artefacto del montón. Como casi todo lo que ha hecho HP desde 1999.
En particular, terminó con una tapa trasera para las baterías un tanto manca. En algunas unidades, los ganchitos de plástico que la sujetan por su lado derecho son alguna décima de milímetro más pequeños de lo que debieran ser. No problemo, la tapa se mueve un poco al tacto. “Sólo es una sensación psicológica de mala calidad”, pensamos mientras tecleamos en los botoncitos —bastante decentes, por su parte. “Vaya, se ha vuelto a colgar. ¿Por qué se cuelga tanto esta cosa?”
“Windows.” Sinónimo de cuelgue extemporáneo, pantallazo azul y tentetieso. La solución siempre es actualizarse, pero el viaje iniciático al que somete HP por su procelosa página web para hallar la última revisión disponible de la ROM deriva en ocasiones en pérdida de contacto con la realidad, mareos y ganas de dejarlo todo y marcharse a pastorear ovejas en los campos de Calatrava. Pero al final la porfía tiene su premio y la revisión 1.29 de la ROM del smartphone queda instalada. Sólo unos minutos después, otro cuelgue.
Resulta que en la cavidad en la que se aloja el primero de los dos ganchos, el de más arriba, hay un microinterruptor para forzar un reset al retirar la tapa. Como la tarjeta SIM del teléfono está físicamente debajo de la batería, es imposible cambiarla sin apagar el invento, por las buenas o por las malas; así que ignoro a qué brillantes propósitos sirve el citado microinterruptor. Bueno, sí que sirve… Provoca cuelgues aleatorios cuando la tapa de la batería tiene cierto gancho un pelímetro más pequeño de lo indicado.
¿Y los fontaneros, a qué venían? A prestarme un poco de cinta de teflón para recrecer ligeramente el gancho. En un plis plas, mi nueva Paca ya no se cuelga más. La verdad, no sé si es para darme besos al espejo o para poner cara de tonto.