El crecimiento económico experimentado desde el siglo XVIII, primero en Gran Bretaña y Holanda, y después en el resto del absurdamente llamado “hemisferio occidental” (¿dónde estará el “polo oeste”? ¿En Las Vegas?) tiene una madre, y no es la máquina de vapor. Se trata del concepto de sociedad como persona jurídica, y más en particular, de la sociedad anónima. Nuestro mundo de abundancia y despilfarro es posible gracias a la casi total independencia del capital y sus titulares, a la diferencia entre el control impositivo ejercido por los estados sobre individuos y sociedades y al abismo entre derechos y deberes de las personas físicas y jurídicas. Algunos ejemplos pueden servir de ilustración:
- El ciudadano medio no puede evadir el pago exacto y puntual de sus impuestos mientras que la empresa (mejor cuanto más grande) puede recurrir a redenominaciones contables y movimientos de capitales transfronterizos.
- Nadie cuestiona el derecho de una constructora a retirarse de una promoción de viviendas si el pago de indemnizaciones es más rentable que la conclusión de la obra, mientras que el derecho a vivienda, recogido en esa inefable obrita de humor que es la Constitución Española, queda en hermosas palabras.
- Una sociedad puede contratar a cualquier persona, bajo cualquier criterio que considere apropiado, sin supervisión pública alguna. Todos somos iguales ante la ley, pero no ante la empresa que evita reclutar mujeres, minusválidos o personas de minorías raciales para determinados puestos.
- La democracia desaparece tras las puertas de la fábrica o la oficina. La sociedad, como parte dominante en los contratos laborales, puede dictar normas que, sin entrar en el ámbito de la responsabilidad criminal (y, a veces, entrando de lleno en él), distorsionen de cualquier forma los derechos teóricamente reconocidos de sus empleados.
Sería posible seguir hasta el infinito, pero prefiero detenerme aquí para avanzar la idea de que la sociedad mercantil, y en particular la sociedad anónima como concepto está detrás de la crisis actual, de todas las pasadas y de las por venir. Ninguna cantidad de autorregulación, códigos de buenas prácticas, leyes o acuerdos de Responsabilidad Social Corporativa evitarán las manipulaciones del mercado, los abusos laborales, la destrucción del medio ambiente y los timos a escala planetaria. No es siquiera necesario acudir a la supuesta indecencia elemental del ser humano: basta con la particular estructura de incentivos económicos ofrecida por un marco jurídico universal en el que las penas sobre el delito individual no guardan correlación alguna con las del delito societario, la titularidad del capital es esencialmente opaca y, de todas maneras, la responsabilidad para la corporación está limitada en su extensión frente a las pérdidas, que acaban siendo costeadas por los estados.
Es cierto que la sociedad anónima nos ha llevado muy lejos: es el momento de sustituirla por una nueva figura que suponga no una fuente de ganancias a cualquier precio, sino un elemento de civilización.
Comentarios
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8 respuestas a «Bárbaras sociedades»
Estás hecho un revolucionario!
Ese no es el tema. Lo importante es si estás o no de acuerdo, para empezar a formar un grupo de presión.
Qué bonito sería…
¿Qué tipo de entidad podría recoger el trabajo del hombre, combinarlo con el de otros, tomar el resultado y ofrecerlo a la sociedad, devolviendo además a cada uno el esfuerzo realizado… y no caer en la trampa del capitalismo descerebrado?
¿Permitirán ‘los de arriba’ que algo así suceda? ¿Funcionaría bien la sociedad de esta manera?
No es el único problema de base del sistema actual, lamentablemente hay varias raíces que hay cambiar (por eso se han invertido tantos esfuerzos en denigrar la palabra radical). Otro frente lo describo en el siguiente artículo: http://www.elpasmo.net/archives/000247.html
@DonDepresor: Mucho tiene que cambiar en el mundo para que desaparezca el concepto de «sociedad anónima». Probablemente, si la crisis actual fuera realmente catastrófica, surgiría alguna variante del modelo cooperativista para sustituirlas.
@ElPasmo: muy cierto. Los economistas no escogen sus palabras al azar, y cuando hablan de un sistema «fiduciario» están dejando muy claro a qué se refieren. Fiduciarius es el adjetivo derivado de fiducia, que en latín significa «confianza».
Muy buena la entrada. Efectivamente, algo hay que hacer para superar la «era de Madoff», o de Mammon, como quiera que sea.
Si es que lo tenemos hasta en los navegadores, prueben «about:mozilla» en sus mozilla/firefox…
Madoff, Mammon…Me recuerda a la historia de Nostradamus con lo de «Hister». ¿Mozilla predijo la crisis?