¿Regreso a la Luna?

Artist Concept: Ares I Rocket Launch (Sept. 10, 2008)
Artist Concept: Ares I Rocket
Launch (Sept. 10, 2008)

Imagen de nasa1fan

Feliz aniversario a todos: hace ayer cuarenta años, extendimos el dedo gordo de nuestro metafórico pie derecho colectivo para probar cómo era el agua de la piscina del Universo. La debimos encontrar fría, por lo visto en estas cuatro décadas. Además, el esfuerzo de la para conseguir que las oscuras golondrinas vuelvan de su balcón los nidos a colgar está destinado con casi total seguridad al olvido. Lo peor del asunto: no debería importarle a nadie. Muy al contrario, cuanto antes sea cancelado, menos tiempo y dinero se malgastará en una vía muerta tecnológica que podría ser, incluso, fatal para sus futuros usuarios.

Ya a finales de la década de los 40, los pioneros de la astronáutica, Sergei Korolev y Wernher von Braun supieron que el cohete ideal para realizar vuelos tripulados habría de emplear combustible líquido. Un cohete así lleva un motor en el que mezcla queroseno con oxígeno líquido (por ejemplo). Éste es necesario, al contrario que en un avión a reacción, porque el cohete vuela durante la mayor parte de su trayecto fuera de la atmósfera, que sirve de fuente de oxígeno para motores más convencionales. Los componentes de la reacción se inyectan en una cámara de combustión mediante bombas a un ritmo ajustable, lo que permite controlar la aceleración para que no aplaste a los cosmonautas o incluso detener el motor completamente, si fuera necesario.

Por contra, un lanzador de combustible sólido tiene la misma estructura que un cohete de fuegos artificiales. Su ventaja clave no tiene nada que ver con los vuelos tripulados: no hace necesario planificar la carga del combustible como un paso adicional dentro del proceso de lanzamiento, y es útil por tanto como lanzador militar. Los inconvenientes —todos los demás. Uno de los (múltiples) fallos de diseño del transbordador espacial fue, precisamente, el uso de cohetes de combustible sólido (los SRBs, los mayores del mundo de esta clase) como boosters o impulsores complementarios. El malhadado último vuelo del Challenger debió su explosión final, 72 segundos tras el despegue, a un defecto en una junta de uno de sus SRBs.

El supuesto clave del proyecto del regreso a la de la NASA, el , es el reciclaje de cualquier elemento posible de los transbordadores en nombre del ahorro de costes y del mantenimiento de contratistas. El primer elemento a reutilizar es, precisamente, el diseño de los SRBs. El lanzador tripulado debería montar una versión ligeramente modificada de estos mega-cohetes de feria como primera etapa. Esto impone una serie de requisitos sobre la cápsula , y más en particular sobre su sistema de salvamento en caso de problemas en la primera etapa, muy difíciles de superar: en caso de fallo la torre de escape debería arrastrar la cápsula tripulada lejos de una trayectoria de impacto con un lanzador que no podrá detenerse. Ahora, un informe recientemente publicado de las Fuerzas Aéreas de los EE.UU. afirma que en escenarios de explosión será imposible evitar un efecto fratricida sobre la cápsula y su tripulación. Ésta nunca podrá alejarse lo suficientemente rápido del radio en el que las temperaturas debidas a la explosión dañen sus mecanismos de salvamento. Los paracaídas se fundirían, dejando a los tripulantes en caída libre hacia una muerte inevitable. Recordemos que, aunque la condición que desemboque en una explosión de la primera etapa fuera previsible de algún modo, es imposible detener su combustión debido al tipo de combustible que emplea.

Puede que el presupuesto de la NASA no sea en la actualidad comparable con el que tenía a mediados de los 60 (0,5% del PIB, frente al 5%), pero eso no es excusa para hacer mal los deberes de ingeniería. Máxime cuando el programa Constellation ya acumula tanto retrasos como sobrecostes considerables. Si de mí dependiera, ya estaría cancelado.