Hoy, en el encuentro con los lectores organizado por El País con Ángel Gabilondo, ministro de Educación, un internauta identificado bajo el alias “demócrata convencido” realizó la siguiente pregunta, que yo suscribiría completamente:
¿Cuándo vamos a tener las personas laicas de este país la satisfacción de que la asignatura de religión se imparta en horarios extraescolares? La alternativa a la religión, como sabe, carece de contenido.
Efectivamente, la “alternativa a religión”, una asignatura que en el actual plan de estudios se denomina —nada menos que— Atención Educativa Debida (¿alguien debe algo?) consiste en… nada. Un profesor vigila a los niños, pero, legalmente, no está autorizado a enseñarles nada en absoluto. Seguramente, alguien en el ministerio habrá pensado, no sin buen criterio, que cualquier cosa que pudiera enseñarse a los niños durante ese tiempo les daría ventaja frente a los asistentes a clase de Religión. Es decir, que la enseñanza de la religión equivale al conjunto vacío. Eso, en opinión de los responsables del ministerio; la mía es un poco menos benévola.
¿La respuesta de Gabilondo?
Deberíamos pensar muy seriamente qué significa el laicismo. Tenemos tendencia a confundirlo con el anticlericalismo. Y, desde luego, el laicismo es respeto y consideración para con las diferencias. Desde ese punto de vista, nos queda mucho camino por recorrer. Y no es sólo un asunto de la asignatura de religión.
Mal, muy mal. ¿Qué significa el laicismo? Muy sencillo. Según el Diccionario de la RAE:
laicismo.
(De laico).
1. m. Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa.
Efectivamente, laicismo y anticlericalismo no tienen nada que ver. Pero tampoco el laicismo es “respeto y consideración por las diferencias”, como dice Gabilondo; esa es la definición de tolerancia. Mi tolerancia de la religión es equivalente a la que siento por la afirmación de un compañero de trabajo, cuando dice “mi hijo es el más guapo del mundo”. La respeto, pero no la comparto: ¡el más guapo es el mío! Igual les ocurre a los religiosos moderados con las religiones… de los demás. Los menos moderados pasan de la tolerancia a la aniquilación con la inventada aquiescencia de su amigo imaginario.
Es cierto que nos queda “mucho camino por recorrer”, y siento mucho que uno de los obstáculos en ese camino sea, precisamente, el mismo Ángel Gabilondo. Con todo mi respeto.