Musicalizándome

Parece mentira, pero ya ha pasado más de un año desde que anuncié en este blog que estaba aprendiendo a tocar la flauta (travesera). No, todavía no me han obligado a dejarlo, aunque he tenido ya algún conato de motín en casa. Al menos mi hija menor me defiende, pero sólo porque sé tocar “Cumpleaños feliz” y lo hago cada vez que me lo pide —¡privilegios de tener dos años!

La técnica de un instrumento de viento es muy interesante, pero lo que más temía de volver a emprender este camino (que abandoné a los ocho años, no lo olvidemos) era la cuestión del lenguaje musical. Ahora llaman así al solfeo para que dé menos miedo; la alternativa solguapo les debió parecer algo ridícula a los pedagogos del ramo. Admirables, por cierto: la pedagogía musical ha avanzado bastante en los últimos —ay— 27 años. Eso, o me he vuelto más inteligente con la edad, cosa que dudo intensamente.

Hoy quería hablar de dos programas para el y el que uso desde hace un tiempo y que ayudan considerablemente al músico aficionado en su lucha contra los rigores del tempo y la melodía:

Karajan (11,99 € en la App Store)

Se presenta como un “entrenador musical para el oído”. Con una interfaz muy cuidada, permite ejercitarse en el reconocimiento de intervalos, acordes, escalas, tonos individuales y tempos; en realidad, ofrece muchas más funcionalidades de las que mi (exiguo) nivel requiere. Los ejercicios de intervalos son estupendos para tomar dictados, pero los de acordes no son muy necesarios para un instrumento fundamentalmente melódico. Se pueden practicar muchas más escalas de las realmente necesarias para un principiante. Por cierto, ¿sabíais que el tema de Los Simpsons está en modo lidio? Como el motete Os justi de Bruckner. Como decía Douglas Adams,

Existe una teoría que afirma que si alguien descubriera la razón exacta por y para la que existe el Universo, éste desaparecería inmediatamente para ser reemplazado por algo aún más extraño e inexplicable. Hay otra teoría que apunta a que esto ya ha sucedido.

Me parece que mi frikómetro ha marcado un rato fuera de escala, y mi chulímetro tiene la aguja bien pegada al cero. Venga, un vídeo de demostración:

Mozart (7,99 € en la App Store)

Con una interfaz más abigarrada, pero igualmente útil, Mozart ayuda a mejorar la otra bestia negra del lenguaje musical, la lectura. Es un juego en toda regla, en el que por un pentagrama van apareciendo notas que corren de derecha a izquierda; hay que leerlas y pulsar la tecla apropiada antes de que llegue al extremo opuesto. La velocidad va aumentando en sucesivos niveles, y hay notas con bonus, vidas extra, bombas (quitan una vida si se falla la nota) y muelles, notas que van variando de posición en su desplazamiento —estas fastidian bastante, porque para cuando decides que es un fa y pulsas la tecla correspondiente, ya ha saltado al la.

Mozart es un programa peor acabado que Karajan; se cuelga de vez en cuando y el top ten se convierte en una pesadez cada vez que se termina una partida. Sin embargo, es eficaz: permite practicar en todas las tonalidades (con todas las armaduras de sostenidos y bemoles) y en cuatro claves distintas, de las que yo sólo encuentro útiles la de sol, en la que se escriben las partituras de flauta, y la de fa en cuarta línea, con la que nos machacan bastante en las clases de lenguaje. También de este programa hay vídeos:

Si habéis usado más programas de este tipo (no importa la plataforma), ponedlos en los comentarios.


Nota: habréis notado que no enlazo a la tienda de aplicaciones de Apple. Ni lo haré.