Certidumbres de la web

Lo que llaman algunos web 2.0 está sin duda llena de incertidumbres, como prácticamente cualquier empresa humana. No queriendo ser menos, el artículo de hoy en El País “Incertidumbres de la ‘web’ 2.0” supone una incógnita sobre el nivel de inteligencia del (o los) editores que han admitido semejante saco de borra en un periódico que antes de que Internet pusiera en peligro su modelo de negocio —y el de sus aliados pseudoartísticos— solía desplegar mayor nivel intelectual. Desgraciadamente, ni siquiera la densa sopa de erratas contenidas en el texto pueden tapar el olor de los errores de fondo, aunque por intentarlo que no quede: My Space (partido con espacio porque el nombre lo sugiere), adversiting, Silycom Valley, cost per mil, Lessing (¿Doris Lessing? ¿Qué tiene que ver con Internet?) o Andersson (¿uh? ¿No sobrará una s?)

Es peor el oportunismo del autor, que aprovecha credenciales, un poco de zeitgeist manifiestero y —supongo— contactos para colar un texto que podría tildarse erróneamente de incalificable. ¿Erróneamente? Por supuesto que puede calificarse: es un cólico intelectual. Algunos grumos de verdad flotan en el denso magma del artículo sin alcanzar a colocarlo en la categoría de aceptable, por el mismo motivo que unas gotas de vino en un tonel de heces no las convierten en vino. ¿Netscape frente a Google? ¿El futuro está más en el litio que en el silicio? ¿Y por qué no en el osmio o en el rutenio? ¿Qué inextricable proceso mental lleva al articulista a plasmar tales sinsentidos? Desafortunadamente (o afortunadamente, si lo que buscamos es espectáculo telecinquista) la imbecilia no termina ahí. “Solamente My Space [sic] cuenta con un modelo de beneficios”; no importa que Twitter haya alcanzado la rentabilidad hace poco y que Google siga ganando dinero a manos llenas. ¿Por qué MySpace es especial? “[…] porque está ligado al tráfico en el teléfono móvil”. Gensanta. No más que Facebook o que el propio Twitter, que funciona por SMS en los EE.UU. y en Reino Unido. Sigamos, no obstante: “las pequeñas y medianas empresas no acaban de entender Internet”. ¿En todo el mundo? ¿En el portal del articulista? ¿Qué se entiende por entender? “Los anuncios en redes sociales no son atractivos para las grandes compañías”. Es de suponer que sí lo son para las pequeñas, con egos mucho menores que les permiten soportar la afrenta de soportar, en la misma página, anuncios de la competencia. Igual que en las vallas de carretera o en los lineales de los supermercados.

Algo cierto como la regla 90-9-1 de Nielsen no es más que el reflejo en el mundo de Internet de un principio más general de la distribución de la información: la ley de Zipf. En este contexto, no es más que una obviedad inane. Aderécese con una dosis enlatada de apocalipsis P2P y una proclama ideológica contra Lessig y Anderson (¡ambos mal escritos!) sin más justificación que la que esgrimen muchos de sus seguidores para apoyarlos y ya tenemos un texto digno de un periodismo 2.0, incoloro, insípido, y directo al inodoro.