El desvío de Jesús

Piénsalo por un momento. Podrías estar de camino a los mares de Titán en misión de exploración, en una nave de plasma. Podrías estar viviendo en una ciudad submarina, viendo por las ventanas de tu cuarto cardúmenes de peces perseguidos por tiburones. Podrías estar volando por tus propios medios con unos discos antigravitatorios en los pies y en las muñecas. Podrías vivir en un mundo donde la genética computacional permite recrear cualquier ser vivo a partir de un esqueleto genético y algunos detalles de su apariencia. Podrías formar parte de una macrointeligencia que cubriera todo el sistema solar y tener pensamientos que los meros humanos ni siquiera podemos atisbar. Podrías vivir para siempre, tú y tus incontables copias de seguridad, en universos virtuales más detallados que la realidad. Podrías conjurar materia de la nada y tener a tu disposición más energía de la que todas las personas de este planeta han utilizado nunca. Pero no puedes, gracias a Jesús.

Avance científico y cristianismo

Por otro lado, podrías ser esclavo de una inteligencia artificial cuyos fines no comprenderás jamás. Podrías estar atrapado en una realidad virtual que enmascarara los desastres climáticos del planeta real. Podrías haber muerto, engullido por un tiranosaurio. La biosfera podría haber desaparecido tras un ataque incontrolado de nanomáquinas. El uso indiscriminado de la energía nuclear podría haber cubierto de residuos toda la tierra. Sin embargo, nada de esto ha ocurrido, gracias a Jesús.

De todos modos, el desvío de Jesús es algo temporal; llevamos 800 o 1000 años de retraso, pero estamos ya en la parte rápida de la curva. ¿Qué nos espera arriba? ¿El cielo, el infierno? Esta es mi predicción: no tiene sentido huir. Arriba nos encontraremos con nosotros mismos.


Del gráfico visto en el Tumblr de Vieja Crobuzón.