¡Jefe, una de ortografía!

Parece que todo el mundo y su gato se encuentra en disposición de opinar sobre la reforma ortográfica propugnada por la . ¿Por qué iba a ser yo menos, aunque el tema sea tan de la semana pasada? Analicemos los cambios empezando por la ye y su amiga la i. Me podría importar menos: esta maniobra de renombrado alfabético se parece demasiado a una descarga equitativa de ociosidad, ya que se compensa con una prohibición urbi et orbe de la afamada “be alta” y su complementaria baja que no se notará demasiado en Castilla. Si sabemos de qué letra estamos hablando, ¿qué importa cómo la llame la intelligentsia?

Otros cambios alfabéticos son, sin embargo, bienvenidos. Ch y ll no son letras, sino dígrafos. La circunstancia de que representen sonidos (/t∫/ y /ʎ/) diferentes de los indicados por sus componentes por separado no es más que un accidente: nuestra querida ñ es otro accidente, pero en el sentido contrario —pues se notaba con doble n en tiempos medievales, adquiriendo su forma actual por el uso de los copistas que, persiguiendo el honrado fin de que les engañaran en el sueldo, pero no en el trabajo, transcribían tal dígrafo con una n decorada con virgulilla. Algo similar le sucedió al dígrafo vv (actual w) y a la difunta ç —recemos una oración por su alma.

¿La tilde de los demostrativos? No van a multar por ponerla, aunque realmente las ocasiones en las que cumplía una auténtica función de distinción (diacrítica, dicen los que saben) eran pocas. Sin embargo, la tilde que marcaba el uso adverbial de solo (cuando equivale a solamente) sí es necesaria. Veamos un ejemplo:

Tuve sexo solo por la noche.

Para el lector es fundamental saber si el escritor alcanzó sus objetivos sexuales con nocturnidad, pese a haberlo intentado también de día, o si se dedicó al noble arte de la ipsación (buscadlo, venga). El recurso al contexto es inevitable, siendo el lenguaje una creación humana; sin embargo, el pobrecito hablador que suscribe estas líneas pensaba que la precisión era un objetivo en lo que respecta a estas lides. Inalcanzable, pero objetivo. ¿Cuándo se rindieron nuestros académicos, y cómo permitió Pérez Reverte que sucediera algo así?

La o sin tilde entre números es otro ejemplo de pequeña claudicación. Algunos compañeros blogosféricos han afirmado que el problema es más de diseño tipográfico que de ortografía, pero están obviando que las mayúsculas también existen, y a veces hasta se usan. En mayúsculas todas las oes son casi ceros, o viceversa, y otra pequeña concesión al contexto. Quedan aún gentes que opinan que los caracteres en mayúsculas no son tildables: casos perdidos.

No veo problemas con la nueva regla del prefijo ex-, pero tampoco con la letra q. En castellano sólo se usa seguida de u para representar el fonema /k/ en las sílabas que y qui. Lo demás es latinizante (con u, pero seguida de a u o) o arabizante (en todos los demás casos). Pero si se asume que la k es ya “totalmente española”, ¿qué nos ha hecho la q, entonces? Ganas de hacerse notar veo, pero a mí cuórum no me suena especialmente mal, aunque quizá deberíamos dejarla en cuoro, puestos a españolizar. ¿Catar? ¿Por qué no Katar? Y si no Katar, ¿por qué kilo y no quilo? Menos imprecisión, más limpieza. De acuerdo, quilo es válido pero se usa menos que una caja de condones en el Vaticano. Mucho menos.

Estoy dejando para el final el único problema real que percibo en estos cambios: la ruptura total con la prosodia y la vuelta a la ortografía decimonónica que supone considerar falta de ortografía la acentuación de palabras como guión u (horror) truhán. Lo cuenta Julio Iglesias mejor que yo:

Y es que yo
amo la vida y amo el amor.
Soy un truhán, soy un señor
algo bohemio y soñador.

La estructura métrica del estribillo de esta joya de la canción ligera requiere que truhán sea bisílaba. Vamos, que no me digan que los académicos no han pensado en esto. Calzarle a truhán el novedoso concepto de “diptongo ortográfico” supone eliminar todo el valor de separación de la h intercalada, además de constituir una declaración de intenciones poco velada: h intercalada, serás la siguiente en caer. Recordadlo, lo dije yo primero ya lo dijo @aykrmela antes. Si la h no cumple función alguna, ¿bohemio también es bisílaba? Normativamente no es así, ya que o y e son vocales fuertes y forman hiato. ¿Son mayoría los diptongadores en el colectivo hispanoparlante? Puede que mi reacción negativa no sea más que una muestra de provincianismo castellano, pero señores: yo no seseo, y no haré diptongos donde oigo hiatos. Obligarme a quitar la tilde supone aceptar una arbitrariedad, el “diptongo ortográfico”, que no era necesaria y que nadie ha pedido. ¿No se podría haber mantenido esas tildes como opcionales si se trataba de simplificar las reglas?

Sea como sea, parece que la expresión tormenta en un vaso de agua fue concebida para estos casos. Yo les propongo a nuestros académicos una reforma adicional, pero en el nombre de su institución: ALE, Academia de la Lengua Española. Un nombre más universal que además les servirá para cuando llegue la República.