La ingeniería: esa disciplina propia de tarados sin vida sexual que perdieron el pelo estudiando una carrera diseñada para hacer llorar de desesperación a una cabra. El típico rollo que no importa una higa a ningún ser humano normal, guay y productivo. Hasta que hay vidas en juego: en ese momento los bares se llenan de expertos clamando por la imbecilidad manifiesta de los ingenieros. Los periódicos, las radios y los televisores rebosan de sesudos comentaristas, todólogos que pontifican en un sentido u otro sobre lo obvio del desastre y sus causas, sobre cómo lo veían venir y —por encima de todo— lo bien merecido que lo tenemos por jugar a ser dioses. ¡Cuánto mejor estaríamos en cuevas! Dieta sana y natural, mucho ejercicio y aire libre.
Sin embargo, mientras esperamos ese desastre planetario que nos arrastre a patadas al neo-Neolítico (bueno, que arrastre al que quede vivo, porque por mi cuerpo serrano no me hago ilusiones), los ingenieros están aquí para quedarse. Más valdrá dedicar un infinitésimo de nuestra atención, entre Marcas y Norias, a que sus ingenios estén correctamente diseñados. Hoy os voy a revelar una pregunta que, planteada a un ingeniero y respondida con sinceridad puede ayudar mucho a la hora de determinar si un sistema es fundamentalmente seguro o no. Notad la apostilla “planteada a un ingeniero”: no es obligatorio que lo seáis vosotros mismos, porque la respuesta es fácil de interpretar. “Sí” —tranquilidad— o “no” —masticación de uñas. Pero cuidad de preguntarle a un ingeniero de verdad, no a una comadreja (los que conozcáis las tiras de Dilbert sabréis a qué me refiero). Sobre todo, nada de abogados. Ahí va la pregunta:
¿El sistema falla a favor de la seguridad?
Os pondré un ejemplo para ilustrar lo que significa tan simple pero hermético conjuro. Los ingenieros que diseñan sistemas ferroviarios saben una o dos cosas acerca de la seguridad. A fin de cuentas un tren lanzado con unos centenares de personas a bordo no es algo que quisiéramos ver convertido en (atención, topicazo) un amasijo de hierros. Por si no sois conscientes, un tren es algo que pesa mucho y la energía asociada a su movimiento no desaparece por las buenas en caso de emergencia: hay que frenar. Dependiendo de la velocidad de partida, el convoy necesitará cierta distancia para poder detenerse. Esto es así ahora y también en el siglo XIX, cuando sesudos ingenieros con patillas y chistera se planteaban la misma cuestión. ¿Cómo avisar a tiempo al maquinista? Así nacieron las señales.
El concepto es muy sencillo. En ciertos lugares críticos de un trayecto (por ejemplo, cerca de la entrada de una estación) se colocarían postes con un dispositivo que permitiera alterar el aspecto de la señal según si el camino estaba libre más adelante o no. Las primeras soluciones a este problema fueron mecánicas:
Ligeramente más complejas que la rueda, estas señales primitivas constaban de un poste, dos poleas, una placa basculante con un contrapeso en el brazo corto y un cable de control. La placa, de un color vivo, indica al maquinista con su posición si tiene la vía libre (vertical) o debe detenerse inmediatamente (horizontal). El sistema fue rápidamente mejorado con unos focos —primero de gas, después eléctricos— y dos filtros de colores fijos sobre la placa que permitían ver la señal de noche o con niebla. Sin embargo, esa mejora se escapa del ámbito de lo que estamos discutiendo. Porque la señal funciona, está claro, pero ¿cómo reaccionará ante un fallo?
Cualquier fallo en ingeniería implica una pérdida de control, y en este caso esa pérdida puede representarse por la rotura del cable que hace bascular la placa. Los ingenieros llaman a esto modo de fallo, y a la situación resultante situación degradada. El cable discurre en una canalización paralela a la vía hasta una caseta de control. ¿Qué ocurre si se rompe? La falta de tensión hará bascular la señal, gracias a su contrapeso, hasta la posición horizontal, indicando “parada”. El ingenioso diseño con dos poleas y un contrapeso ha hecho imposible que se indique vía libre cuando, en realidad, la señal está estropeada: la ley de la gravedad funciona a nuestro favor.
En este caso, se dice que el sistema falla a favor de la seguridad. Un problema en la señal puede dar como resultado que un tren se pare donde no debería, pero siempre es preferible un retraso a una colisión. Un buen diseño es aquél en el que las leyes físicas que actúan en caso de pérdida de control provocan siempre situaciones en las que se protege primero la vida de las personas, y después el propio sistema. Ahora bien, nunca es tan sencillo. En la vida real, los sistemas tienen muchos más componentes y por tanto muchos más modos de fallo. Cuanto más complejo es un sistema, más difícil y costoso es cubrirlos todos. Buenas noticias: hay profesionales extremadamente competentes en el análisis de situaciones degradadas en todos los campos de la ingeniería. Por eso no es habitual que los trenes choquen, que las instalaciones eléctricas ardan o que los aviones caigan sobre nuestras cabezas. Malas noticias: existen sistemas intrínsecamente problemáticos, en los que las situaciones degradadas requieren mantener cierto grado de control que, aunque sea muy improbable, podría perderse.
En Fukushima I ha ocurrido exactamente eso. Otro día hablamos de energía atómica para cubrir mi cuota mensual de todólogo con blog.
Comentarios
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12 respuestas a «A favor de la seguridad»
La raza humana no está preparada todavía para generar residuos radiactivos con períodos de desintegración de miles de años. ¡Hace miles de años estábamos todavía afilando palos para cazar!.
Generar residuos radiactivos de este tipo en una zona de actividad sísmica fuerte, como Japón, y poner las centrales de fisión cerca de la costa es simplemente una locura.
Muy buena explicación y muy buena analogía. Yo siempre he sido pronuclear, pero ahora tengo más dudas. Reconozco que hasta hace unos días no tenía ni idea de este problema inherente a la energía nuclear. Y no me mola nada un sistema que sea tan inestable ante un fallo o ante la falta de control humano. Y es que lo que ha provocado el tsunami podría provocarlo sin demasiada dificultad un terrorista o un misil balístico durante una guerra. Es mucho más peligroso de lo que yo siempre había pensado.
Lo del accidente del tren está muy bien explicado. Solamente falta explicar cómo es posible que en un accidente de tren muera alguien a 20 kilómetros del accidente. Es por hablar de la seguridad de los accidentes y eso.
Me estás contestando a un post que no he escrito. No te aceleres…
El problema de Fukushima no es inherente a la energía nuclear, sino al diseño particular de ese tipo de reactores. Naturalmente, otros tipos de reactores tienen otros problemas diferentes: de ahí la importancia de realizar un análisis de riesgos y de seguridad pasiva. ¿Qué ocurre si se pierde todo control? Desde mi punto de vista, si para un diseño multiplicas la probabilidad de fallo catastrófico –pérdida total– a lo largo de su vida útil por los costes de restauración y reparación en caso de que se dé ese fallo (desmantelamiento, demolición, limpieza de áreas contaminadas e indemnizaciones, entre otros), y el resultado es mayor que la ganancia neta prevista, entonces es inaceptable. Es una cuenta muy difícil de hacer, pero tengo la impresión de que la mayor parte de las centrales nucleares actuales no pasarían el corte, y sólo lo hacen porque a) las probabilidades de fallo están subestimadas y b) en caso de catástrofe pagamos entre todos. Es otro ejemplo más de "privatización de ganancias, socialización de pérdidas".
Gracias por tu visita. Ya que hablas de muertes alejadas de los lugares del accidente, me gustaría recordarte que en España existen instalaciones no nucleares que, en caso de accidente (lamentablemente no hace falta un terremoto de magnitud 9, basta con una válvula mal cerrada), tienen también esa capacidad, pero no comparten ni la décima parte de la inversión en seguridad de una central nuclear. Cualquier petroquímica sirve como ejemplo.
Gracias a tí. Me gusta mucho tu blog.
Es precisamente eso de lo que estaba hablando. No es algo contra una central nuclear. Es que no termino de asumir que tengamos que correr riesgos "de otros". No me importa asumir el riesgo de ir en coche (normalmente de otro, que yo no tengo esas cosas) o de ir en autobús (todos los días) pero soy consciente de que en caso de accidente no se perjudica a nadie a 20 kilómetros. Lo de las plantas petroquímicas es muy interesante: alguien en España debería hacer algo ya. Grandes zonas industriales donde se localizan empresas contaminantes con riesgos de escapes tóxicos o de explosiones. ¿No sería mejor hacer las fábricas más pequeñas y más separadas unas de otras para que, en caso de accidente, aminorar las repercusiones y acelerar su recuperación? Me estoy acordando de la gran balsa en Aznalcóllar (¿y si hubieran sido varias más pequeñas y en diferentes zonas de la mina?) o del polo químico de Huelva. No me cabe la menor duda de que todo lo que se gaste en mejorar la seguridad de esas fábricas hay que pagarlo. Estoy dispuesto a asumir más impuestos y precios más caros en los productos; esto, probablemente, significará un descenso en el consumo. Pero es que llevo mucho tiempo leyendo sobre el decrecimiento económico.
Hasta luego
Y sigue con este estupendo blog.
Cierto, es obvio que no es inherente a la energía nuclear sino al funcionamiento del reactor. Pero como la gran mayoría de reactores en funcionamiento son así, simplifiqué en exceso. Tendría que haber dicho "la energía nuclear tal y como se está explotando actualmente". Disculpas pues.
En efecto sería necesario un estudio de riesgo y de costes, aunque sería muy difícil de calcular y muy manipulable, porque uno de los factores es extremadamente bajo (y ya hemos comprobado que el análisis de riesgos tiende a subestimar) y el otro es extremadamente alto (a ver cómo evalúas la pérdida de una parte del territorio de tu país, quizá por lo que valen los 2000-3000 Km² de terreno inutilizado, que es una pasta enorme)
Vamos, no me atrevo a echar cuentas porque es muy complicado, pero me da que los números no cuadrarían…
Planteas muchos debates, y todos muy necesarios. Estoy contigo en que los grandes centros productivos (y los residenciales…) son remanentes de una era industrial que ya ha terminado. Algún día "relocalizaremos" las fábricas que se han ido a China porque no podremos pagar el combustible y la contaminación asociadas al transporte, por ejemplo. Y respecto del decrecimiento… Progresar no es sólo crecer. Ya sabes lo que dicen de las buenas podas.
Siempre que multiplicas un riesgo bajo por un coste elevado sale una cifra rara. A fin de cuentas cero por infinito es una indeterminación, con lo que "casi cero" por "la hueva" es un número a merced de los errores de medida involuntarios… y voluntarios. En ese caso, la prudencia más elemental nos llevaría a no construir centrales… con los diseños de los años 60, que es lo que tenemos en casi todo el mundo. Y lo que quieren prorrogar los políticos, además.
El ansia viva, que me pierde. Lo que quería decir es que las centrales nucleares de fisión no deberían existir (al menos todavía) independientemente del tipo y nivel de seguridad que tengan.
Pero bueno, me espero 😉
Ciertamente… Si algo me ha quedado claro de todo esto es que prorrogar la vida de las centrales antiguas puede no ser una buena idea. El problema es que no está clara la rentabilidad de construir una central nueva (y menos para las eléctricas), pero al menos sí me fiaría más de los nuevos diseños de reactores.