El primer hombre en el espacio fue soviético, pero los primeros periódicos con tiempo para publicar la gran noticia, aquel 12 de abril de 1961, fueron los estadounidenses. Para el amanecer del día siguiente la hazaña de Yuri Gagarin ya era conocida en todo el mundo. ¿En todo el mundo? No, porque un pequeño estado peninsular al suroeste de Europa —entonces Europa empezaba en los pirineos— se resistía a todo contacto con la realidad. El 13 de abril, la portada de uno de los diarios nacionales de mayor circulación de España, ABC, aprovechaba el momento para hacer una exhibición (más) de adulación al amigo americano. A toda plana, sobre la foto de un hombre y dos mujeres despidiéndose con visibles gestos desde lo alto de una escalerilla de avión:
ADIÓS A MADRID
Unos momentos antes de partir hacia Barcelona, donde embarcarán hacia su país, el que durante seis años fue representante diplomático de los Estados Unidos en España Mr. John Davis Lodge, su esposa y su hija Beatriz corresponden a la cariñosa despedida que les fue tributada en la base de Torrejón de Ardoz, en la que participaron los ministros del Ejército, Marina y Aire y personalidades de la sociedad de Madrid, donde los señores de Lodge dejan muchos y muy sinceros afectos.
Hoy nadie se acuerda del señor John Davis Lodge, mucho menos de sus encantadoras esposa e hija. Yuri Gagarin, sin embargo, pasó a formar parte del imaginario colectivo de aquella plácida España del régimen. Las noticias, aunque indeseables, existían: después de todo, el otro periódico de gran circulación de los sesenta sí había dedicado su portada a la hazaña espacial. La Vanguardia —entonces La Vanguardia Española, por si había dudas respecto de la fidelidad de un periódico editado en Barcelona— tituló, a cuatro columnas, algo mucho más en la línea del resto de la prensa mundial: Rusia lanzó ayer un hombre al espacio cósmico. En Madrid tendrían que navegar las procelosas aguas de la prensa adicta hasta llegar a la página 49. Con estocada y descabello:
En ambos casos los teletipos venían desde el lugar más cercano a la Unión Soviética que un diario español podía permitirse sin miedo a perder su integridad nacional-católica: Londres. Sin embargo, en el caso de ABC el resto de la crónica se hace, de modo algo anticlimático, desde Washington. Allí ya la célebre portada del The Huntsville Times (consultadla en La Yurihemeroteca de La Yuriesfera) se hacía eco, en un aparte, de los rumores de un intento previo de los soviéticos por poner un hombre en el espacio con un titular claramente ideológico, pero marginalmente correcto en el contenido: Reds Deny Spacemen Have Died. Es decir, y hablando en plata, “Los rojos niegan que hayan muerto pilotos espaciales”. ABC, sin embargo, subtitula con el rumor y se explaya en el contenido de la noticia. Glosa en primer lugar la conocida anécdota en la que un coronel de la Fuerza Aérea estadounidense, John “Shorty” Powers, oficial de relaciones públicas de la NASA aquella fatídica madrugada —para él—, contestó a un periodista que interrumpió su sueño diciéndole que “todos estamos durmiendo aquí”, poniendo en bandeja involuntariamente un titular que los periodistas americanos no desaprovecharon. Un guiño al tradicional antiamericanismo del régimen que, sólo hacía unos años, había coqueteado con las fuerzas del Eje.
Si seguimos leyendo, pronto aparece el diagnóstico más preciso de la situación. ¿Cómo han podido perder la carrera los americanos, sabiéndolo —como sabían— todo acerca del espacio, de los rusos y de bailar la conga? Por la publicidad. Se afea el secretismo soviético, pero a la vez se vitupera la poco cristiana vanidad de los americanos, plasmada en las incontables conferencias públicas de Von Braun que tan precioso tiempo le habían restado para sus experimentos en Cabo Cañaveral. Sin embargo, el articulista deja clara más adelante su fe inquebrantable en que “el equilibrio será restablecido” gracias al poderío sin fin del gran amigo americano. No sin razón, pues
La amenaza comunista se disfraza hoy, 12 de abril, con el brillante ropaje de una victoria científica y técnica, que repercutirá dramáticamente no sólo en los libros de Historia de los niños del futuro, sino en el pasmo de las generaciones del presente en varios continentes de la Tierra.
“Pasmo” que, sin duda, no se vería en el continente ibérico:
La propaganda soviética, como es lógico, apoyada por el sensacionalismo y algo de papanatismo del mundo entero, ha comenzado a aprovechar este, indudablemente, importante logro científico para sus propios fines políticos.
En efecto: ABC acaba de llamar “papanatas” al resto del mundo. La evidente falta de castigo posterior por parte de las Naciones Unidas sólo refleja la inquebrantable solidez del régimen franquista. Por otro lado, esta estupenda frase sirve como enlace lógico a una serie de párrafos en los que se minimiza la importancia del vuelo de Gagarin basándose en los siguientes hechos contrastados: ya había habido lanzamientos previos de satélites (olvidando convenientemente la autoría de los pioneros), se habían efectuado pruebas previas con animales (una vez más, quién las había hecho primero no semejaba tener importancia alguna), y el supuesto piloto no había sido más que pasajero en su cohete, incapaz de tomar el mando para nada que no fuera abrir una bolsa de cacahuetes (hecho entonces desconocido que se demostraría falso con el tiempo, pero ¿quién hace noticias de lo que no conoce? Sí, ya sé la respuesta.) ¿Nada más? Si sólo fuera eso: los malvados rusos ya habían lanzado a otros cosmonautas hacia su muerte en el espacio, y lo habían silenciado.
Hoy —seguramente después de otras pruebas fracasadas—, los rusos han colocado un hombre en el interior del satélite y lo han lanzado. La cosa ha salido bien y la Humanidad ha dado un nuevo paso en la conquista del espacio.
Hay que bracear hasta la página 51 para encontrar la acusación de más calibre de los articulistas de ABC pudieron pergeñar aquél día:
EL SEGUNDO INTENTO
Persistentes rumores circulados en Moscú esta mañana indicaban que el vuelo realizado por Gagarin, ha sido, de hecho, el segundo intento llevado a cabo por los rusos en el espacio de una semana. Los rumores insistían en que un intento semejante fue hecho el pasado viernes pero fracasó, sin que se pueda saber la suerte corrida por el astronauta. No obstante, y como es costumbre ya en los rusos, no ha habido confirmación oficial de este fracaso, pues ya es sabido que los órganos de propaganda soviéticos suelen silenciar cuantos fracasos tienen los sóviets en sus intentos espaciales.
Es difícil que los órganos de propaganda soviéticos confirmaran el fracaso de una misión que jamás se realizó, aunque sí es cierto que los rumores acerca de muertos en el programa espacial soviético eran un goteo constante en prensas como la italiana desde fechas tan tempranas como 1959. Estos rumores provenían por lo general de disidentes huidos que no tenían contacto directo alguno con cualquier posible fuente de primera mano. Quizá conscientes de este hecho, los ingenieros soviéticos se tomaron un trabajo especial en contrarrestar estos bulos desde dentro de las propias cápsulas. Las misiones inmediatamente anteriores al Vostok 1 de Gagarin (Korabl-Sputnik 4 y Korabl-Sputnik 5) tuvieron como tripulante especial a mi tocayo Iván Ivanovich, un simpático maniquí acompañado de animales —las perras Chernushka en la primera y Zvyózdochka en la segunda— que empleó su tiempo en el espacio en cantar con la voz de todo un coro y radiar los detalles de la receta de la sopa de col. Para que luego digan del sentido del humor soviético.
No fue hasta el día siguiente, el 14 de abril, que ABC recompuso su postura ultramontana, dando paso al relato y el reconocimiento de los hechos como ocurrieron. Bastó tan solo la llegada del fin de semana para que en su suplemento Blanco y Negro ABC volviera a las andadas (página 26) con el argumento peregrino de que la ausencia de confirmación de un accidente había de interpretarse como la confirmación del hecho en sí, dado el tradicional secretismo soviético. El martes 18 desfilaron (muy al fondo, en la página 57) las dudas —fundadas— acerca del método de descenso, como si de algún modo el haber salido eyectado de su cápsula pudiera invalidar el viaje al completo, y sobre una supuesta ascendencia principesca de Gagarin por la coincidencia de su apellido con la de ciertos nobles de la época zarista. Ascendencia que, es un suponer, también estaría confirmando la absoluta falta de declaraciones al respecto de la agencia TASS. Los tambores de la conspiranoia redoblan con fuerza:
Asombra también que la cápsula en la que viajó Gagarin —tan normalmente como en un “pullman”, según la ciencia médica de Rusia— no haya llevado ningún aparato fotográfico que pruebe y perpetúe en una sere de clichés lo que el viajero veía de la Tierra durante su hazaña. Sin necesidad de un ser humano en el cono circunvalatorio, ni siquiera de un “chimponauta”, los soviéticos han fotografiado ya el reverso de la luna.
No parece que estas especulaciones sobre el fondo de juliovernismo que contiene la aventura —descubrimientos y viajes “de habitación”— tranquilicen a Francia y menos a los Estados Unidos. […]
El 22 de abril llega por fin a ABC la mixtificación de un tal Edouard Bobrovski. Sin dudar ni por un momento la veracidad de la historia, titula:
EL PRIMER COSMONAUTA SE LLAMA ILYUSHIN Y SE HALLA EN ESTADO DE COMA
Científicos norteamericanos pedirán pruebas del vuelo de Gagarin
Bobrovski (curioso apellido para un francés) “acaba de regresar de Moscú” y afirma que “el primer cosmonauta fue Serge Ilyushin, hijo del proyectista aeronáutico, y que ahora se encuentra en estado de coma en un hospital de Moscú”. Noticia bomba, si fuera cierta. Lo cierto es que “Serge” Ilyushin, o más bien Sergei Ilyushin era el famoso diseñador de aviones. Su hijo, de nombre Vladímir, era un conocido piloto de pruebas que sufrió un accidente de automóvil casi un año antes, lo que lo descalificaba para cualquier vuelo espacial —mención aparte de que a mediados de 1960 las cápsulas Vostok sólo habían hecho un vuelo de prueba sin siquiera animales a bordo y que Ilyushin hijo nunca estuvo involucrado en el programa espacial según todos los testimonios y documentos de la época y actuales.
La cobertura de lo que dio en llamarse carrera espacial en los principales medios españoles de la época continuó a partir de este punto con una mezcla de infravaloraciones de los logros soviéticos, homilías anticomunistas, pábulo de rumores y glorificación, ahora sí, en portada, de la respuesta americana en forma de salto suborbital, el 5 de mayo siguiente (portada en ABC el día 6). Con esta tradición de objetividad, que a nadie le extrañe lo que se achaque, hoy como ayer, a la prensa española.
Comentarios
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Una respuesta a «Gagarin, España, 1961»
Iván que buen trabajo. Me gusta mucho eso de indagar desde el ahora. El régimen franquista me resulta tan repugnante como inexplicable, me interesa conocer ese pedazo de historia de España.
La ocasión del aniversario de Gagarin le da un color increíble a ese clima que describís. Me causó gracia como la propia autocensura o devoción por el régimen les hizo pisar el palito.
Saludos!