A veces me preguntan…

A veces me preguntan por qué, cada vez que escucho «An der schönen, blauen Donau» –en el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, pero también en otras ocasiones, generalmente por accidente– me callo y mi mirada se hace líquida mientras se pierde en el infinito. @DaniEPAP, de Ese punto azul pálido, ha tenido la imprudencia de recordármelo hoy.

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No, no eres el único. Quizá tampoco seas el único que cree que le han robado algo que guardaba desde niño muy cerca de su corazón: el futuro.

Rolling Out on Runway 15, cortesía de la NASA

Hasta siempre, Endeavour. Quizá nos veamos algún día en el California Science Center de Los Ángeles, cuando sólo seas un cascarón vacío y yo, un poco más viejo.


Comentarios

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5 respuestas a «A veces me preguntan…»

  1. Intuyo que viste «2001» en el cine… y a edad temprana. Como me pasó a mí. Hubo un antes y un después, aunque en mi caso ha renacido recientemente.

    Cuando vayas a Los Ángeles, avísame. 🙂

    Un saludo… y gracias.

    1. Me temo que también por internet aparento más edad de la que tengo… Me temo que la primera vez fue por televisión –y todas las siguientes gracias al vídeo y al DVD, porque ni siquiera tuve tiempo para llegar al reestreno de 1974: estaba muy ocupado mamando y ensuciando pañales.

      No, mi «enganche» espacial fue algo posterior. Probablemente surgió de los cuentos que se inventaba mi madre en los que salían extraterrestres verdes con trompetillas en la cabeza. Algunos libros «juveniles» encuadernados en cartoné después, «2001», Star Trek (la primera película), La Guerra de las Galaxias (todavía recuerdo mi muñequito de Darth Vader con espada láser escamoteable en el brazo: los buenos eran los que eran, pero a mí me molaba más el Imperio).

      Al transbordador le tengo cariño, aunque racionalmente sepa que es una máquina cara y peligrosa, porque en uno de mis libros venían instrucciones para construir un modelo de cartulina que planeaba de verdad. Nada complicado, una pieza horizontal para el ala y otra vertical para el resto del cuerpo, enganchadas por una ranura en ambas y contrapesadas con un clip en el morro. Dediqué muchas horas a perfeccionar el invento durante las varias ocasiones en que lo construí, decorándolo y recortando alerones y timón de profundidad para que el vuelo (en el patio de mi casa, desde una escalera) pudiera ser más interesante. Eran tiempos felices: el Challenger todavía surcaba los cielos y a nadie le parecía extraño poner en órbita un inmenso mamotreto con alas para desplegar más aparatos desde su bodega.

      También recuerdo un libro (que aún conservo por algún lugar) con un catálogo de cohetes en color, en el que aparecía el Saturno V en toda su gloria (intenté replicarlo a base de cartulina, tijeras, pegamento y rotulador, pero no pasé de la primera etapa). A su lado, un gigante cónico y misterioso que nunca había visto en ninguna otra parte…

  2. Avatar de dondepresor
    dondepresor

    Los pelos como escarpias… qué espectacular!

    Gracias por el momento Remember 🙂

  3. Iván, tampoco creas que vi 2001 en el reestreno, era muy crío. Los cines de verano, hace treinta años, eran caldo de películas ‘antiguas’.

    Emotivos recuerdos, los que comentas, … en mi caso hubo una inmensa afición de pequeño que se diluyó en la adolescencia, y ha renacido ahora. Ya lo conté en mi blog. 😉

    «A su lado, un gigante cónico y misterioso que nunca había visto en ninguna otra parte…» ¿?

    1. El N-1 soviético. El libro cayó en mis manos alrededor de 1984, pero tendría que esperar a encontrarme con Daniel Marín en internet, hace dos minutos como quien dice, para saber qué significaba y por qué nunca había sabido nada de aquel cohete.