El futuro es hoy (otra vez)

Marty, ¿me recibes? Hoy es el día en el que Marty McFly, el héroe de la saga cinematográfica Regreso al futuro, iba a llegar con su DeLorean-máquina-del-tiempo al ficticio pueblo de Hill Valley (qué nombre más oximorónico, pensadlo). Para celebrarlo, en Naukas han lanzado un artículo colectivo en el que los colaboradores desgranan sus pensamientos, sus sentimientos y sus impresiones respecto de aquel futuro que nos prometían y que, como aquellas gafas de visión de rayos X que aparecían anunciadas en las revistas de la época, nunca llegó.

Mi contribución sigue a estas líneas, pero no dejéis de leer el artículo entero: El futuro… es hoy.

Los sueños del futuro pasado son como comida pasada de fecha: no puede garantizarse que sean agradables al paladar. En 1985 yo soñaba, como todos, con coches voladores. De hecho, recuerdo algunos vagos detalles de cómo a mis once años estaba intentando diseñar uno. Iba a parecerse más a un híbrido de dirigible de bolsillo con helicóptero que a un coche propiamente dicho, pero ya por entonces tenía la intuición física de que sin fuentes de energía extremadamente compactas el coche volador no iba a hacerse realidad. En aquel lejano año aprendía, también, mi primer lenguaje de programación: el BASIC, en su versión del añorado ZX Spectrum; también soñaba con implementar, algún día, una inteligencia artificial benévola que me haría compañía. Y es que tenía otra intuición: que dadas mis aficiones y mi floreciente acné iba a necesitarla.

Pero el futuro, obviando las pequeñas pesadillas adolescentes, aparecía un poco más brillante en el horizonte. El cometa Halley estaba a la vuelta de la esquina y una flotilla de sondas se acercaba para saludar. Como siempre, se hablaba de la futura misión tripulada a Marte, aunque se planificaba visitar lugares algo más interesantes que los desiertos pedregosos de las Viking con nuevas misiones automáticas. ¡Qué poco nos imaginábamos que la catástrofe del Challenger echaría el freno a las aspiraciones de una generación! Marte seguiría siendo, para mí, unas pocas fotos borrosas en libros de divulgación hasta 1997. Hoy los coches se obstinan en no volar siguiendo las viejas leyes de la física. Los monopatines, para disgusto de la industria de las vendas y las escayolas, tampoco vuelan. La ropa no lleva secador incorporado. Las persianas no proyectan imágenes de un exterior falso e idílico. Y no tenemos carteles de películas en 3D.

Al menos Sharknado 2 compensa no haber podido ver «Tiburón 19».