¿Una serie de televisión de Star Trek? Si tú, lector, eres un joven aficionado al nuevo Trek que arrancó en 2009 y que lleva ya tres películas —más una cuarta en preparación—, la idea de ver algo relacionado con Star Trek en formato serie puede resultarte algo ajena. Pero pocos universos ficticios tienen más pedigrí: empezando por la serie clásica en el lejanísimo 1966, la casi olvidada serie animada (1973), La Nueva Generación (1987), Espacio Profundo Nueve (1993), Voyager (1995) y Enterprise (2001). La anunciada Star Trek: Discovery no será precisamente un concepto nuevo salvo que seas un veinteañero poco curtido en la historia de la ciencia ficción televisiva. Para los trekkies irredentos como el que suscribe hay mucho más de reciclado en el producto de lo que podría parecer a primera vista. Y eso pese al intento de ubicar la serie en la línea temporal original y no en la «línea Kelvin» de las películas del ínclito J. J. Abrams: no me dejo engañar por los ubicuos destellos de lente. Pero echa un vistazo al tráiler publicado por la CBS; por dos minutos que pierdas no vas a triunfar en la vida:
Mal empezamos cuando el texto en pantalla afirma «diez años antes de Kirk, Spock y el Enterprise». Cualquier aficionado que se precie sabe por La colección de fieras, episodio 11 y 12 de la primera temporada de la serie clásica, que la nave estelar Enterprise tuvo al menos un capitán antes que Kirk (Christopher Pike) y que estuvo al mando como poco once años. Si además te sabes de memoria la enciclopedia Trek te sonará que hay otro capitán anterior en el canon. ¿Pero a quién le importa la continuidad después de que Jotajota se la calzara enterita junto con todo el planeta Vulcano en la primera de sus películas? Pero esto precisamente no es un ejemplo de reciclaje. Esto es un ejemplo de reciclaje:

Os presento a la USS Discovery, número de registro («matrícula», para entendernos) NCC-1031. Nueva y flamante. Excepto por el hecho de que el concepto está sacado de algo que ocurrió hace mucho, mucho tiempo —aunque no en una galaxia muy lejana, sino más bien cerca de Los Ángeles. A mediados de 1975 la productora Paramount Pictures, dueña de los derechos de la serie original de Star Trek, decidió que ya estaba bien de aguantar a trekkies pesados y lanzaron la idea de producir una película basada en la serie, cancelada en 1969. La película se llamaría Star Trek: Planet of the Titans y estaría protagonizada por los mismos actores de la serie clásica. Para su estreno en la pantalla grande, la Enterprise original —un gran diseño conceptual de Matt Jefferies, aunque de ejecución un tanto cutre debido en parte a la limitación presupuestaria de la serie de televisión y a la escasa capacidad de los televisores de la época para la alta resolución— sufriría un completo lifting. ¿Y quién estaría encargado de tan magna tarea?
Sin duda tendría que ser un gran artista gráfico con un buen currículum en el mundo de la ciencia ficción. Saludad a Ralph McQuarrie. Aunque Star Wars se estrenó en 1977, llevaba ya tiempo cociéndose en los calderos de George Lucas y su equipo. McQuarrie había creado la apariencia de R2-D2, C-3PO, Chewbacca, Darth Vader (incluyendo la idea de usar un equipo de respiración asistida) y muchas de las naves que sorprenderían a generación tras generación de aficionados. Incluyendo el concepto del Destructor Imperial, esa magnífico vehículo de simples y amenazadoras líneas, con planta triangular. Era natural que McQuarrie, encargado de la tarea de rediseñar el Enterprise, creara algunos bocetos en los que diera rienda suelta a algunos elementos de su lenguaje visual…

Este hubiera sido el Enterprise de aquella película que nunca fue. La productora, tras ver malogrados sus planes, intentó crear con el material que tenía disponible una continuación de la serie original que debería haberse llamado Star Trek Phase II. Esta serie también se vino abajo por diversas circunstancias, pero su legado apareció repartido por todo el futuro universo Trek, empezando por la película que finalmente se estrenó en 1979 (Star Trek: The Motion Picture). Partes de los decorados aparecieron en La Nueva Generación (hay cierto pasillo de la Enterprise-D que tenía mucha historia), e incluso una maqueta del diseño de McQuarrie puede verse, si uno se fija con cuidado, en la escena de la chatarrería cósmica en el séptimo episodio de la quinta temporada, Unificación (primera parte).
Da toda la impresión de que los productores de esta «nueva» Discovery han acudido precisamente a esa misma chatarrería para inspirarse. El color sepia de la nave nunca antes visto salvo efectos temporales de iluminación parece también sacado de la obra de McQuarrie. Además, un teaser anterior mostraba a la Discovery saliendo de un dique excavado en un asteroide —lo que también sería muy novedoso en el universo Trek de no ser porque circula por ahí una pintura de McQuarrie, realizada para Planet of the Titans, mostrando precisamente esa escena (aunque invertida, hay detalles de la iluminación del asteroide calcados):

Muchos trekkies irredentos opinábamos en 2001 que Star Trek: Enterprise, la última de las series hasta ahora, era un error. Las películas de J. J. Abrams, con toda su popularidad, conservan muy poco de lo que fue el espíritu Trek. ¿Qué ocurrirá con esta nueva serie? Los augurios son dudosos (¡esos klingons re-rediseñados!). ¿Será un horror? Quizá la vea igual. Aunque pensándolo bien las dos últimas de Jotajota me las estoy reservando para cuando los batracios desarrollen folículos pilosos…
Comentarios
2 respuestas a «Del reciclaje en la ciencia ficción»
La presencia de T´pol salva Enterprise. Los Xindi la condenan. Me quedo con T´pol.
Como no he visto Enterprise (todavía) no te puedo contestar con precisión, pero tengo la impresión de que el concepto «T’pol» es similar al de «Seven of Nine»… y Star Trek no iba de eso.