Banderas de juguete amontonadas sobre un mapamundi, en un plano muy cercano.

Diversión con banderas

Una de mis aficiones de segunda fila es la vexilología, es decir, la «ciencia» (perdonad, me tengo que reír) que estudia banderas, estandartes, pendones, gallardetes e inventos semejantes, originalmente hechos en tela, que usamos los seres humanos para agruparnos entre similares y distinguir a diferentes. Es de buen tono, por este motivo, odiar las banderas si uno se considera humanista. Permitidme si queréis este pequeño vicio. O no me lo permitáis, aunque el resultado será el mismo en ambos casos.

Lo cierto es que las banderas comunican, y eso es algo que se ha estado viendo en esta pasada semana de protestas encabezadas por la ultraderecha española. Es tradicional que el conservadurismo de este país se envuelva en ella: rectángulo en proporción tres a dos, tres bandas horizontales roja, amarilla y roja, con la central el doble de alta que la superior y la inferior. Pero ha habido un cambio interesante.

Reglamentariamente, la bandera española y el escudo son entidades diferentes. La bandera solo lleva obligatoriamente escudo en sus usos militar y oficial: la lista completa de casos puede encontrarse en el artículo segundo del Real Decreto 2964/1981, de 18 de diciembre. Esto lleva a confusión, pues otras banderas del mundo incorporan obligatoriamente su escudo de armas. El ejemplo más próximo: el de nuestros vecinos portugueses.

Una bandera es «buena bandera» si es memorable, reconocible y reproducible. Por ello, la bandera española es mejor bandera que (lo siento, amigos portugueses) la portuguesa. O que la de los Estados Unidos de América, por citar un caso muy conocido de ensalada de símbolos. Pero solo lo es si no lleva, como es legalmente posible en su uso civil, el escudo. ¿Por qué, entonces, absolutamente todas las representaciones de la bandera española han llevado hasta ahora el escudo? Esto incluye al símbolo UNICODE 🇪🇸, formado por la combinación de los codepoints U+1F1EA y U+1F1F8. No se me ocurre un caso en el que la presencia del escudo, que suele resolverse como un pequeño borrón de píxeles hasta en la mejor pantalla, sea más innecesaria y absurda.

Entonces, ¿por qué hemos empezado a ver, precisamente en estas manifestaciones de ultraderecha de las que hablaba, la bandera tal y como la define la ley, sin escudo?

Asistentes a la manifestación contra la amnistía celebrada en la plaza de Colón, en Madrid, este domingo. Se muestra un gran número de banderas españolas sin escudo.
Asistentes a la manifestación contra la amnistía celebrada en la plaza de Colón, en Madrid, este domingo. (Foto: Daniel González/EFE/El País)

La presencia o ausencia de un elemento tan complejo como un escudo en una bandera tenía efectos inmediatos sobre qué grupos sociales podían usar o no los símbolos de la nación. Antaño, bordar un escudo sobre una bandera era un proceso artesanal, lento y extremadamente caro. Este es uno de los motivos por los que, legalmente, se opta en algunos países —y España entre ellos— por conceder carta de naturaleza a dos versiones de su bandera: la oficial y la civil.

Sin embargo, los procesos modernos de impresión sobre tela hacen que cualquier diseño, sin importar su complejidad, pueda reproducirse en gran tirada a precios razonables. Esto ha jugado a favor de un matrimonio de conveniencia ideológico: la bandera de España lleva escudo en la mente de cualquier observador casual, y así aparece en los catálogos de fabricantes y proveedores (para casi todos los fans ocasionales de los exabruptos nacionalistas esto significa «las tiendas de chinos»). El escudo sobre la bandera, con toda su simbología monárquica de coronas y flores de lis, sirve para asociarla indisolublemente al régimen político. ¿Y su ausencia?

Hemos visto enarbolar en las primeras manifestaciones, con menos vergüenza de lo habitual, banderas con el águila franquista. Hemos visto después, al estilo de las manifestaciones a favor de la democracia de finales de los ochenta en los países de la órbita soviética, banderas con el escudo recortado. Y ahora, banderas sin escudo. Estoy seguro de que no es casual. Creo que la ausencia del escudo es un águila transparente, una que los criptofascistas de este país pueden enarbolar manteniendo una negación plausible sobre sus auténticos motivos.

Manifestación contra la amnistía en la que se enarbola una gran bandera española con el escudo recortado.
Manifestación contra la amnistía en la que se enarbola una bandera con el escudo recortado. (Foto: Cadena SER)

Desgraciadamente, creo que vamos a seguir asistiendo a defensas de la ley fundamental del Estado que exigen, a la vez, su enterramiento («la Constitución destruye la nación»). Y ya está bien de turra sobre política lamentable, pero no quiero dejar este texto sin lanzar un mensaje para posibles monárquicos y conservadores moderados. Os equivocáis con el concepto de «bandera republicana». La Segunda República adoptó una enseña tricolor, pero la Primera mantuvo la rojigualda, cambiando solo el escudo. Igual que la extraoficial Tercera, que desde octubre de 1936 hasta julio de 1947, con la promulgación de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, funcionó como una república de facto con Francisco Franco como jefe del Estado. Y una ominosa águila negra extendiendo sus alas sobre las vidas de todos.

Comentarios

3 respuestas a «Diversión con banderas»

  1. @blog Supongo que habrás visto el vídeo de Roman Mars sobre la vexilología, pero por si alguien no lo ha visto yo lo suelto por aquí https://youtu.be/pnv5iKB2hl4

    1. Pues no lo había visto, pero sí que conocía los cinco principios de la NAVA. Las banderas locales y estatales de los EE. UU. suelen ser terribles. Las de sus territorios de ultramar son también espantosas, de las peores banderas internacionales que se pueden encontrar (busca las de las Islas Vírgenes, o la de las Marianas del Norte). Es como una tradición local.

      Por otro lado, una cosa que no he dicho en el artículo es que la bandera española, tal y como está legalmente definida (es decir, sin el escudo), es una muy buena bandera. Otra cosa es que nos agrade el significado que le dan quienes se apropian de ella para «sus cosas».