Qué queréis, la Singularidad es una cuestión que me divierte, sobre todo porque no he podido decidirme entre si deseo que ocurra por un afán ingenieril de añadir características al mundo o si temo que suceda por lo extraño e indefinido de las consecuencias. Aquí dejo algunas respuestas a los argumentos en contra recogidos en el artículo anterior:
- El argumento ad hominem
- No merece consideración. Kurzweil puede ser un singthemornings, pero la idea no es suya, sino de Vernor Vinge, algo más fiable intelectualmente hablando. Pero el mérito de una idea no se construye por las historias personales de los que la promocionan, ¿verdad? El comunismo… no, mal ejemplo. Bueno, no importa.
- El argumento de la Física
- En realidad nadie ha dicho taxativamente que el periodo entre cambios tienda a cero. Lo que tiende a cero es nuestra capacidad predictiva, o de control, de los hechos. Bien (o mal) mirado, una singularidad marginalmente válida también podría ser una destrucción tecnológica de nuestro ecosistema, sin inteligencia artificial ni nanomáquinas ni nada.
- El argumento de la inteligencia binaria
- Este argumento es un triste ropaje para el chauvinismo humano. Más tarde o más temprano descubriremos que tampoco en capacidad de proceso somos lo último, lo mejor o lo más fetén. A fin de cuentas ya hemos sido desalojados de casi todos los “pedestales” en los que diligentemente nos habíamos encaramado (como buenos monos trepadores).
- El argumento místico
- No voy a discutir esto porque forma parte de otro debate. Si existe el alma humana y no es un fenómeno físico, la Singularidad ya ocurrió hace tiempo.
- El argumento negacionista o del avestruz
- Negar algo no lo hace imposible, por poco probable que sea.
- El argumento del error de apreciación
- Este argumento tiene mérito. De hecho, la apreciación de que las cosas cambian cada vez más rápidamente es, con total probabilidad, un error de perspectiva inevitable. En cualquier momento de la historia se podría haber defendido una postura parecida. La Singularidad no es, entonces, más que otra muestra del chauvinismo humano, ahora ligado a los ordenadores, la biotecnología, o a cualquiera que sea nuestro vector de cambio favorito.
- El argumento fatalista o del vamos a morir todos
- Como ya he dicho, una forma degenerada de la Singularidad es la destrucción tecnológica de la civilización. Pero, incluso eliminando este caso basándonos en una falta de elegancia, estética y buena educación, puede concebirse una tensión entre el progreso tecnológico y el consumo de recursos no renovables. ¿Quién llegará primero a meta, el progreso o el agotamiento? No hablo necesariamente del petróleo: hay una cierta cantidad de materias primas críticas mucho más próximas a agotarse que, sin ser tan universales, tienen el potencial de meternos en problemas. Un sólo ejemplo: el fósforo. La producción ya está en declive, y es necesario para sostener la agricultura actual.
- El argumento “crece de una vez, friki de las narices”
- De todos los argumentos que he expuesto, éste es el que me resulta más satisfactorio. La inteligencia humana lleva muchos milenios viéndose compensada por su hermana melliza, la incompetencia, en una lucha constante por dominar el mundo. Con franqueza, miro a mi alrededor y me cuesta afirmar que la inteligencia esté ganando.