Drogas y drugos

El capitán Obvio, oculto esta vez bajo su avatar de , afirmó ayer que la política antidrogas no funciona. “No funciona” significa, en este caso, que están muriendo muchas más personas por la propia guerra contra la droga que por el propio consumo. Para añadir humillación al insulto, el dinero que mueve el mercado mundial de estupefacientes queda lejos de la mano fiscalizadora de los estados. No nos llevemos a engaño: el problema con los cárteles no es que sus capos se enriquezcan sin medida —¿desde cuándo ha sido eso un problema, salvo para Fidel Castro? El auténtico desastre es que no pagan impuestos.

A modo de respuesta, el artículo de El País de hoy, “Legalizar las drogas: feliz idea imposible” se queda en un estofado de statu quo con tropezones de gregarismo. Destaca en él un infantil ataque ad hominem contra González y aquellos a los que éste sigue en su adscripción al sentido común, que puede resumirse en la frase “pues bien calladitos que estábais cuando gobernábais”. Junto a tanta profundidad crítica, una frase épica del director ejecutivo de la UNODC. La entresaco para que brille la estulticia:

El argumento a favor de legalizar y gravar no es ético ni económico. Propone un impuesto perverso, generación tras generación, a los grupos marginados (perdidos a causa de la adicción) para estimular la recuperación económica.

¿Por dónde empezar? La propia FAD, poco sospechosa de heterodoxias morales, contesta en sus Preguntas más frecuentes:

¿El consumo de drogas es más frecuente en clases sociales desfavorecidas?

El consumo de drogas se encuentra extendido a todas las clases sociales, sin que exista una primacía del consumo en las clases sociales más desfavorecidas. En las últimas décadas se ha extendido el consumo de sustancias socialmente no aceptadas afectando, de alguna manera, a todos los estratos sociales. Generalmente, los problemas de integración de algunos drogodependientes surgen posteriormente a la adicción y no antes.

El “impuesto perverso” grava, en todo el mundo, el consumo de alcohol y tabaco. ¿Qué está proponiendo la UNODC? ¿Que se elimine? ¿Que se prohiban también estas drogas? ¿O sólo pretende hacer una declaración de intenciones ultraliberal, afirmando la perversidad de todos los impuestos? La coherencia, esa palabra tan difícil de encontrar en el diccionario. Claro, no vamos a comparar algo socialmente aceptado por las gentes de bien con un hábito destructivo. Porque ¿qué es una cirrosis o un cáncer de pulmón, consecuencias aseguradas por el consumo a largo plazo de alcohol y tabaco, respectivamente, comparado con la mala imagen que da un yonqui?

Ortodoxos morales del mundo, ¡no me malinterpretéis! Puede que no estemos de acuerdo en cómo enfocar esta cuestión, pero no pretendo justificar ni fomentar el consumo. Pero la naturaleza del ser humano no difiere de la de sus compañeros animales de viaje, y éstos se drogan con lo que tienen a mano. No podemos esperar que un comportamiento natural desaparezca de la noche a la mañana legislando en su contra, del mismo modo que nunca podremos conseguir que la gente no haga uso de sus bajos instintos sólo porque lo diga un señor con mitra. ¿Quién se atreve a promulgar un decreto contra la ley de la gravedad?

Aceptemos lo que hay, tamizándolo con nuestra capacidad de reflexión a largo plazo. Descartemos la política antidroga actual como una imposibilidad metafísica, y sustituyámosla por una política de drogas basada en tres principios: educación, control y fiscalización. Preveo que no nos irá peor.