El reciente experimento exitoso de fusión nuclear del Lawrence Livermore National Laboratory ha servido para traer a la palestra los recientes desarrollos en tecnología de fusión. Sin embargo, no debemos olvidar que su fundamento tecnológico es uno de los menos «aprovechables» para transformarse en un reactor comercial de fusión, algún día. Para esto, los diseños de tipo tokamak siguen presentando ventajas, que —espero— comprobaremos definitivamente con el primer plasma de ITER. Algo que, debido a la incidencia de la pandemia, la disrupción de las cadenas logísticas y, naturalmente, la guerra en Ucrania (recordemos que Rusia es un socio del proyecto y su estatus no ha cambiado), ya no ocurrirá a finales de 2025.

Para contemplar un panorama más completo, es interesante repasar también el estado de los proyectos de algunos de los underdogs, pequeños y de financiación fundamentalmente privada. Este vídeo, recomendado por @hhmmss en la red social del pájaro en llamas, es un resumen muy interesante:

Por último, no conviene olvidar el ángulo político: ¿desarrollar la energía de fusión no es incompatible con hablar de decrecimiento?

[…] No. Tenemos que optimizar la energía que usamos, y eso incluye reducir el gasto energético en los países desarrollados para limitar las emisiones. Ahora bien, los países menos desarrollados tienen derecho a mejorar su estandar de vida, y eso significa sí o sí aumentar su uso de energía per cápita. Por otro lado, el cambio climático obligará a gastar más energía para sobrevivir en dos áreas principales: climatización y potabilización. Necesidades estas que, por cierto, se sentirán con mayor intensidad en los países más pobres.

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