Una persona de la que solo se ven las piernas está bajo una pila de cajas de cartón en una habitación, por demás, vacía.

Muera el contenido

No, no y mil veces no. No es posible que todo lo que escriba la poeta, la ensayista, el novelista o la filósofa sean «contenido». Puede que el youtuber, la divulgadora, el tiktoker o el bloguero no hagan arte, pero lo que publican no es «contenido». Ni siquiera quien se encarga del copy de un artículo en una web de comercio electrónico, o escribe un guion para un anuncio, o enlaza cinco palabras para el cartel en el que anuncia sus servicios para cuidar ancianos hace «contenido». Podrán pretender satisfacer una pulsión estética, formativa o simplemente utilitaria, pero las manifestaciones de la comunicación humana no son contenido.

Una bota negra y marrón sobre un suelo de tarima, tal y como la vería quien la lleva puesta.
Nadie esperaba la imagen de un pie. Foto: autor.

Llamar contenido al producto comunicable del trabajo intelectual lo denigra. Quien se llama a sí mismo creador de contenido se falta al respeto. Hablar de contenido en lugar de texto, pieza, vídeo, artículo, locución, ilustración o cualquiera de las variedades de la creatividad humana es arrancarles el sentido y la belleza. Es podarlas hasta dejarlas en su mera existencia. El olmo seco, hendido por el rayo y en su mitad podrido en el mismo cubo que el no creerás lo que ocurrió cuando este turista fue a hacerse un selfie en un entierro. Es poner los carros antes que los caballos. Convertir los vehículos, los continentes, en algo más importante que lo transportado en ellos, y a quienes se expresan en meros carboneros, alimentando sin posible descanso la máquina por lo mínimo que los amos puedan pagar. Tantas veces míseros euros. O prestigio. O exposición. O directamente nada.

Decir contenido es abrirle la puerta a la máquina. Pero el problema no es la máquina. Los chatbots que enhebran textos plausibles o los algoritmos generativos que crean imagen —permitidme que me centre aquí solo en sus usos y no en otros temas cuestionables, como su encaje económico o ecológico en el mundo— no son el enemigo, sino una herramienta. El problema, como tantas veces, tiene caras y voces humanas. Son ingenieros, abogados, contadores de habas. Todos aquellos que creen que el contenido se «genera». Peor aún, todos los que saben que no es así pero pretenden que sí lo sea. Y volviendo al principio: no, no y mil millones de veces no. Si ingenieros, abogados y contadores de habas nos respetamos tan poco, si nuestro esfuerzo solo es contenido para rellenar cuentas hambrientas de balances en positivo, sea. Pero no toquéis a quienes tienen algo que decir.


epe.es/es/abril/20250129/intel @velvetmolotov @JProl


Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).

Comentarios

8 respuestas a «Muera el contenido»

  1. @blog +1. Personalmente me da más tirria aún la expresión "consumidores de contenido".🥴

    1. Tienes toda la razón al llamar la atención sobre la otra cara de la moneda. El lector, el espectador… etcétera no es un «consumidor de contenido», un sujeto pasivo que traga como una oca engordada para foie. Es un agente que comprende y cuya visión del mundo se ve alterada por lo que experimenta. Esto también se liga a esa tendencia tan divertida (no) a llamar cliente a todo el mundo, en todas partes. En un hospital somos pacientes. En un cine, espectadores. En un transporte, viajeros. Llamarnos «clientes» es despojarnos de nuestra esencia y cambiarla por la mera transacción económica.

  2. @blog 100% de acuerdo. Por si te interesa, hace tiempo encontré https://www.gnu.org/philosophy/words-to-avoid.html#Content, que relaciona esta visión capitalista de "contenido" con otras palabras habituales en el discurso mediático como "consumir" o "creador" y su efecto pernicioso en nuestra percepción del fruto creativo.

    1. Me interesa, ¡muchas gracias!

  3. @blog @brucknerite Contenido es todo aquello que debería estar en un contenedor

  4. @blog eliminar la razón de ser de lo que se hace es una forma de homogeneizar y pensar en el producto de la labor creativa como una especie de arcilla. A esta le da forma el dueño real del producto –que no es el creador– para empaquetarlo como desee.

    Con las LLM inclusive este “dueño real del producto” desaparece –junto con todo vestigio del creador– para que estos sistemas usen los patrones de reconocimiento de texto o imágenes y escupan algo todavía más banal.

    1. @blog recuerdo haber visto esta transición, y todavía me impresiona que las editoriales y medios de prensa hayan perdido de vista de esa manera cuál es su razón de ser, gracias a los cantos de sirena de la economía de la atención.

  5. @blog una vez más, usar la misma palabra para dos realidades distintas es un error.. o un acto interesado.
    La falacia de las dos palabras, tengo un artículo por ahí