En un túnel rectangular de hormigón, más ancho que alto y con las esquinas ligeramente achaflanadas, la figura de un alienígena (básicamente una persona delgada y bajita, con la cabeza gorda) destaca en silueta contra la intensa luz al final del túnel. El suelo del túnel muestra cierta acumulación de escombros, como si no se hubiera limpiado en mucho tiempo.

Alienígenas e inteligencia

Un artículo interesante en la revista New Yorker me ha hecho cuestionarme qué opino sobre el asunto de los alienígenas y me apetece dejarlo por escrito. Vamos allá.

¿Hay alienígenas? Seguro. Totalmente seguro. Creo que la hipótesis de la singularidad terrestre, ese postulado que afirma que la Tierra es el único lugar donde se da el supuestamente delicado equilibrio de condiciones necesarias para el florecimiento de la vida, es falsa. No solo falsa, también arrogante. El universo es enorme y ya sabemos que hay planetas en muchísimas estrellas. Quizá no hayamos encontrado todavía un gemelo terrestre, pero postularlo no es ni siquiera una apuesta. No cotiza. La única incógnita estriba en cuándo lo encontraremos. Además, ¿quién necesita un gemelo? Solo entre los compañeros de viaje de nuestro Sol hay sospechas de existencia de vida en varias lunas heladas de los planetas gigantes, en océanos de agua bajo su superficie. Marte todavía no ha dicho su última palabra. Incluso Venus podría dar alguna sorpresa suspendida en las zonas templadas de su atmósfera.

Pero, Iván, estás haciendo trampa. ¿Quién tiene en mente microbios cuando se habla de alienígenas? La pregunta es otra: ¿hay alienígenas inteligentes? Una vez más, la respuesta es «seguro». Aunque hemos puesto una condición más, así que la dificultad del juego aumenta. Siguiendo el principio razonable de que en la naturaleza hay más cosas pequeñas que grandes, más simples que complejas, tiene que haber más microbios que ballenas. O cualesquiera hipotéticos equivalentes que tengan las ballenas en el universo. Debe existir alguna distribución matemática desconocida que permita estimar las frecuencias relativas de aparición de seres vivos más o menos inteligentes, con los «menos» por encima de los «más». Ahora bien, ¿qué pinta tiene? ¿Es lineal? ¿Es más bien como la curva de la función inversa de x, muy grande para valores muy pequeños y que decrece rápidamente para valores mayores? ¿Y qué es la inteligencia, para que podamos asignarle alegremente una magnitud numérica?

Gráfico de la función f(x)=1/x empezando en x=0. Vale infinito en cero, 1 en 1 y tiende después a cero.
La función inversa de x. (Imagen: autor)

No tenemos las respuestas a ninguna de esas preguntas, pero hay mucho espacio en el espacio. Mucho más del que cualquiera de nosotros pueda razonablemente imaginar. Estoy convencido de que esto basta para contrarrestar cualquier distribución desfavorable de seres vivos muy inteligentes, aunque ya no estoy tan seguro. Ni siquiera estoy seguro de que la especie humana sea realmente inteligente de una forma significativa. ¿Poder preguntar si hay alienígenas inteligentes implica inteligencia en el emisor de la pregunta?

Es curioso lo rápido que puede degradarse la seguridad en lo que se sabe a poco que se lo cuestione uno.


“We have no idea what an alien person or being or intelligence or machine would be motivated by… We don’t know what motivates the Kremlin, for God’s sake.”

newyorker.com/culture/annals-o


Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).

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