Es halagador observar cómo una fuente independiente confirma los puntos de vista propios. Sin embargo, no importa que el ratificador sea un premio Nobel de Química cuando aquello en lo que estamos de acuerdo entra dentro del marco de lo obvio.
Hartmut Michel afirma hoy en una entrevista para El País que:
[…] hay que tener en cuenta que cubrir la demanda de electricidad de Alemania con biocombustibles exigiría dedicar toda la superficie del país a cultivos energéticos […]. Los cultivos energéticos son una manera muy poco eficiente de usar el suelo.
Recomiendo leer con atención la entrevista completa, “Con los biocombustibles no se ahorran emisiones de CO2”. Con un enfoque más global que el del artículo ¿Está el futuro en el biodiésel? publicado en esta bitácora el pasado día 3 de abril de 2007, repasa los motivos por los que la fiebre bio está abocada al fracaso, a pesar del apoyo voluntarista de la Unión Europea expresado en la directiva 2003/30/EC y de la aquiescencia interesada de la industria, como reflejan las respuestas a la consulta pública sobre biocombustibles finalizada el 10 de julio de 2006 (resumen disponible).
De momento, algunas de las consecuencias (daños colaterales, la tentación de escribirlo así era muy fuerte) ya están aquí en forma de subidas acusadas en el precio de venta al público de alimentos de primera necesidad, como la subida media del 5,4% detectada por FACUA en los precios de la leche. No todas las partes están de acuerdo en señalar el alza de la demanda de biocombustibles como responsable de estos movimientos del mercado, pero sin duda será un factor a tener en cuenta en el debate de la política energética del futuro.
La entrevista al señor Hartmut Michel termina así:
P. Si está tan claro que los biocombustibles no son una opción, ¿por qué todo el mundo apuesta por ellos?
R. Es que son una idea muy atractiva, el término bio vende mucho… Pero no soy el único que critica los biocombustibles. Basta hacer los cálculos.
Algunos ya los hemos hecho: mane, tecel, fares.