A estas alturas de la película, está más que claro que el modelo de negocio de las discográficas está más difunto que la perrita Laika. Entonces, ¿por qué compré este domingo pasado un CD? ¿Importado de Alemania? ¿A 26 €?
Si dejamos aparte mi dudoso estado mental, queda el hecho de que comprar un disco es, hoy por hoy, lo más parecido a llevarse uno de esos tarjetones de “un kilo de ayuda” que suelen verse por los hipermercados (pagándolo, ¿eh?) En la correspondiente transacción económica hay dos elementos:
- Un soporte sin valor real: el tarjetón o el disco con su cajita.
- Un intangible: el antedicho “kilo” (en realidad un compromiso de ayuda contraído por la Fundación IUVE, más que un kilo real), o la música codificada sobre el disco.
Al igual que la misma ayuda, u otra equivalente desde el punto de vista de la tranquilidad de nuestro ahíto espíritu occidental, puede encontrarse en multitud de soportes distintos (hay más ONGs, y siempre podemos ayudar nosotros mismos a coste cero*), la música de un disco legal puede encontrarse en otros soportes menos convencionales. O, cual espectro de la Santa Compaña, sin soporte alguno. Es un hecho: la música, entre otras bestias, vive hoy en el universo binario en el que dividir es multiplicar.
Comprar un disco es una declaración de principios, un mensaje ético a una compañía discográfica que afirma, con la fuerza del metálico, que el artista importa a alguien. Tanto como para pagar por la inútil galleta de plástico, su transparente cajita —y su transporte. No importa que, segundos después de abrir el paquete, el CD vaya a ser ripeado sin piedad y archivado, y la música, su alma, volcada en algún medio más conveniente. Para entonces ya he votado con la cartera por que mi extravagancia sonora favorita sea rentable; ya he ofrecido un argumento más a los ejecutivos que, contemplando los fríos números de las ventas, deciden qué se grabará y qué no el año que viene.
Me pregunto qué habría hecho de encontrar el disco en la mula…
Comentarios
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2 respuestas a «Compra ideológica»
Lo peor de comprar un disco hoy en día es que cuando lo piensas, te das cuenta de que lo has pagado dos veces.
Si te refieres al canon, sí. Si te refieres al coste del ancho de banda y la electricidad que usas para bajártelo, también. A ver si va a resultar que lo pagas no dos, sino tres veces.