Continúo con la cuestión de lo que debería ser y no es (técnicamente hablando) —después de todo, para un ingeniero el mundo aparece como un conjunto de cacharros subóptimos que no tienen suficientes características. La pregunta de hoy: ¿por qué en los gimnasios no se aprovecha la energía producida por los clientes?
Detengámonos un instante para contemplar el cuadro: decenas de esforzados urbanitas, en la sala de máquinas de un gimnasio en cualquier ciudad del mundo, pedaleando, remando, moviendo pesos. Unos salen, sudorosos, pero otros entran para compensar. Supongamos un número medio de clientes, para un gimnasio grande con 100 máquinas en sala, de 40. Las máquinas actuales están considerablemente tecnificadas, y ofrecen información acerca de la cantidad de energía gastada durante el ejercicio: para ello, la máquina necesita poder medir la potencia instantánea y hacer algunas estimaciones con el peso del usuario. La cifra interesante aquí es la de potencia. Por propia experiencia, podemos estimar la potencia media del ejercicio de un usuario normal en una bicicleta estática en 100 vatios. No estoy exigiendo mucho, creedme. Cuarenta personas de media, 4 kilovatios.
Un gimnasio no será nunca una central nuclear, pero a la vista de esta cifra al menos debería autoabastecerse, por ejemplo, en la generación de agua caliente sanitaria. Además, una pequeña modificación a este esquema verde permitiría dotarlo de una poderosa herramienta de fidelización. Veamos cómo.
Scott Adams publicó en su blog, dilbert.com, un artículo sobre el gimnasio del futuro. En él describía cómo un uso simple de la tecnología de identificación por radiofrecuencia, RFID, permitiría convertir un gimnasio en una sala inteligente de ejercicios, en la que un servidor llevaría la cuenta de qué potencia hemos desarrollado en cada máquina por el procedimiento de identificarnos por la proximidad con nuestra tarjeta de abonado, adecuadamente provista de un (barato) chip de identidad inalámbrica. Mi gimnasio ya usa algo así, lamentablemente sólo para el control de accesos. Con una pequeña inversión en la sensorización de las máquinas, podría mantenerse un ranking de la energía generada por persona y mes (y, junto con la información de nuestro peso y nuestra edad, de las calorías consumidas). Sería una adictiva competición en la que el gimnasio podría ofrecer acceso a características premium, bebidas gratis u otros beneficios a los mejores clasificados, o a los que más hubieran mejorado respecto de su nivel medio anterior en un periodo determinado.