El marrón, oh, el marrón

The Flute Player
The Flute Player
Foto de fofurasfelinas

Sabéis que toco la flauta travesera. En este punto el idioma podría ser más sutil y permitirme hacer la distinción que permite el inglés, entre touch y play, ambos traducibles por “tocar”, pero con sentidos casi por completo ortogonales. O, mejor aún, podría permitirme pasar insertar un poco de matemáticas para contar con precisión que lo que realmente hago con la flauta, a estas alturas, es una combinación lineal entre un tocar y otro. Sostengo la flauta entre las manos. La posición es aproximadamente correcta. Suena cuando soplo. Muevo dedos y labios, y el sonido cambia. Sigo las indicaciones de una partitura, siempre que la partitura sea sencilla. Si comparara mi nivel de lectura e interpretación de música con el de mi hijo de seis años en la lectura de textos, seguramente ya me habría superado. Pero ahí estoy, molestando al personal.

El próximo día 23 de junio daré mi primer concierto con la agrupación local. No está mal para sólo dos años de clase. Llevaba tres meses preparándome la parte de segundo flauta y puedo decir que suena a lo que tiene que sonar, en el momento en que tiene que hacerlo. Soy un buen segundo flauta, quizá el mejor. Pero no hay buena acción sin castigo: el concierto iba a ser, originalmente, el 22. El primer flauta, que se encuentra artísticamente a un par de años-luz de mí (triplicándole yo la edad, cosa de los efectos relativistas), no puede acudir. Yo pasaba por allí, tan feliz como un mirlo en un algarrobo, y me cayó del cielo la parte de primer flauta como un yunque. Dieciséis toneladas. Si ya lo sabías, ¿para qué preguntas?

Ahora estoy frenético. No queda más que un ensayo, y ninguno general, hasta el 23. Saco minutos para practicar de cualquier sitio, con resultados poco esperanzadores, de momento. Todavía no me he rendido, pero si queréis ver un flautista novato haciendo el ridículo, los corredores de apuestas dicen que lo podréis encontrar el próximo miércoles en el Auditorio Teresa Berganza de Villaviciosa de Odón (Madrid) (40º21’4″ N 3º54’6″ W), a las seis.

Después de todo, me lo busqué yo solito.