El reciente debate que ha desembocado en la prohibición, a partir de
2012, de la lidia de toros en Cataluña ha estado desde el principio
plagado de despropósitos y argumentos espurios tanto en un lado como
en el otro. Por un lado, los partidarios de prohibir la “fiesta
nacional” han estado aderezados con el inevitable complemento de
intereses independentistas que, siendo legítimos, han cooptado la
cuestión de la lidia como elemento diferencial de Cataluña frente a
una mítica España opresora y asesina —al menos de toros. Por otra
parte, los defensores de la tradición se han apoyado en inútiles
argumentos basados en las costumbres y la unidad de destino en lo
universal, como si llevar mucho tiempo haciéndose justificara algo por sí mismo
y en Francia todavía guillotinaran a los convictos “por
el especial tipismo y el valor turístico del evento”.
Mi opinión al respecto es simple: el
ser humano no es una entidad estable. La cultura primero, la
psicología después, evolucionan sin pausa. En un futuro próximo
nuestras principales fuentes de proteínas serán sintéticas por
motivos prácticos. Un interesante efecto secundario será la
resolución de uno de los primeros conflictos éticos de nuestros
hijos: la disonancia cognoscitiva entre el cordero en la granja y el
cordero en el plato. Somos conscientes de que hay cierto grado de
inteligencia y consciencia en algunas de nuestras fuentes de
alimento, pero el principio antrópico, la escasez y la costumbre
pesan más en la decisión del matarife. Aún así nuestra cultura ha
evolucionado para alejar y ofuscar en la medida de lo posible el
hecho de la muerte. La prevalencia, cada vez mayor, de comidas
precocinadas en las que toda similitud entre el bicho y el contenido
de la caja es pura coincidencia no es más que otra faceta de una
transformación cultural y psicológica de la que la abolición de
los toros en Cataluña no es más que una mínima muestra.
La “fiesta” habría muerto de
muerte natural en tierras catalanas, como lo hará, algún día, en
el resto de España. El éxito de la propuesta, bien o mal planteada,
revela la verdad. El final está cerca: vayan pensando en importar
leones para reciclar las plazas de toros con espectáculos “de gran
tradición”.
Comentarios
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Una respuesta a «¿Abolicionistas, pro-taurinos?»
Mmm… yo es que con este tema es que no soy capaz de tener una opinión definida. ¿Estás comparando la comida con la fiesta de las corridas de toros? Supongo que a lo que te refieres es que nos cuesta ver el sufrimiento del bicho cuando hay algo de por medio que nos interesa. Pero ¿por eso hemos de dejar de comer cordero? ¿No sería más fácil hacer unas normas estrictas de sacrificio del animal para que este no sufra ni lo más mínimo? Oye, las píldoras proteínicas esas te las comes tú, a mi déjame el corderico asao que está muy bueno.
Sobre las corridas de toros.. en fin, a mi me parece una barbaridad como se mata y se tortura al animalico. Pero creo que esta "industria" (que es lo que es) probablemente iba a desaparecer por su propio inercia y anacronismo, no creo que haga falta prohibirla. Creo, no sé…