Terrorismo emocional

La fecha del estreno en España de Toy Story 3 se acerca, ominosa. En su honor, y en el de las otras obras maestras del terrorismo emocional de Pixar (entre las que destaca, brillante como un pozo de lágrimas, Up), me gustaría rememorar dos episodios atípicos dentro de la producción de dos series de televisión muy poco lacrimógenas —normalmente: Star Trek: The Next Generation y Futurama. Los géneros de ambas, en un caso comentario-social-revestido-de-ciencia-ficción-poco-rigurosa y en el otro comedia-para-geeks, no deberían dejar lugar a este par de atentados por sorpresa a la alegría de vivir. Posibles spoilers —aunque ya han pasado inviernos y sois mayorcitos para haber visto este par de obras maestras:

The Inner Light ( 5×25)
Picard tocando la flauta ressikana (© Paramount Pictures)El Enterprise se encuentra, como tantas veces, con una nave de origen desconocido. Parece una pequeña sonda: mientras los sabelotodos de la tripulación investigan, un rayo procedente del aparato alcanza al capitán Picard, que cae inconsciente, en un estado similar al coma. El episodio se bifurca aquí entre los esfuerzos de la doctora Crusher y el resto de protagonistas por recuperar a su capitán y lo que éste está viviendo: una vida paralela, años y más años de existencia en un planeta primitivo víctima de una agobiante sequía… o algo más. Picard conocerá el amor verdadero, la paternidad y el dolor de la pérdida inevitable, primero de su mejor amigo, después de todo su mundo, desde el punto de vista de Kamin, un simple herrero.

El episodio ganó el premio Hugo de 1993 a la mejor representación dramática, y aparece situado en todas las listas de “mejores episodios” de Star Trek muy cerca del primer puesto. Pero eso no importa: me basta con recordar el tema que Picard/Kamin toca con la flauta, recuperada de la sonda al final del episodio, para emocionarme. Malditos.

Jurassic Bark ( 4×05)
Fry y Seymour (© Twentieth Century Fox)Fry tenía un perro, Seymour, en 2000. Tras encontrar su fósil en un museo y conseguir que se lo devuelvan, el profesor Farnsworth le ofrece clonarlo, recuperando sus recuerdos y personalidad por medio de un escarofondrio rebocuántico (o algo así). Bender se siente celoso e intenta impedirlo, pero es Fry quien detiene el proceso cuando averigua que Seymour vivió doce años más después de su desaparición atrapado en una de las cápsulas de Applied Cryogenics. Fry cree que Seymour pudo olvidarle y vivir una vida completa y normal. Sin embargo, en un demoledor flashback final, vemos cómo Seymour le esperó todo el tiempo frente a la puerta de la pizzería Panucci, en la que Fry trabajaba de repartidor. Doce años, día tras día bajo el calor, la lluvia y la nieve, más allá incluso del cierre y la ruina del local, hasta su muerte.

Lo peor de todo es que, a la vez que este episodio, me vienen a la memoria las lágrimas de mi hijo, que vio este episodio por descuido mío cuando tenía cuatro años. Lloraba en silencio; creo que no lo ha olvidado.

brucknerite