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Parece que la nueva versión del Toyota Prius, cuya última revisión importante ocurrió en 2004, llegará al mercado durante el próximo año. Ya sabéis, el Año Internacional del Consumismo (con su mismo traje, con su mismo piso, con su mismo coche —gracias, Antonio, por el chiste). El contexto de crisis no ayudará precisamente a su éxito, pero analicemos el asunto en más detalle, lo que me permitirá hacer una sugerencia interesante a Toyota.
El nuevo Prius es un poco más largo y más ancho que el modelo anterior. Como feliz propietario, esto será muy de agradecer para los que escogimos ir un poco más apretados en vacaciones a cambio de conducir un coche que no bebiera cantidades inopinadas de zumo de dinosaurio y ensuciara la atmósfera lo mínimo posible. Pero, además, el modelo de 2009 incorpora mejoras en las baterías y, por encima de todo, un nuevo motor de gasolina de 1,8 litros.
¿Un motor con más cubicaje? TheGreenCarWebsite recoge unas declaraciones de Miguel Fonseca, presidente y consejero delegado de Toyota en Reino Unido, en las que afirma que
Será más limpio, con emisiones de CO2 por debajo de los 100 g/km. […] Pudimos reducir aún más las cifras [de emisiones], pero optamos por unas mejores prestaciones.
Buena idea. El nuevo Prius alcanzará los 200 km/h, velocidad a la que será tan ecológico como una fábrica de ladrillos. En el modelo actual es muy fácil “conseguir” consumos similares a los de un coche convencional: basta con acelerar y frenar lo más bruscamente posible y mantener puntas de velocidad un 20% superiores a la permitida en cada tramo. Es decir, que un Prius consume casi lo mismo que cualquier coche de gasolina de 117 CV… si se conduce como lo hace casi todo el mundo.
Los beneficios del Prius sólo son aparentes en un estilo de conducción más civilizado. La motorización actual es más que adecuada para resolver cualquier situación en carretera sin parecer la Abuelita Paz al mando de un Seat 600. Por eso opino que debería desdoblarse el Prius 2009 en dos modelos diferentes: el actualmente previsto y otro (llamémoslo Green), con unos ajustes distintos en el motor que, limitando algo su velocidad punta y su aceleración, le permitan obtener esas cifras aún más bajas de emisiones (¿y consumo?) de las que alardea el señor Fonseca. Si no por otra cosa, háganlo por la crisis.