Qué diferencia. Antes de ser el feliz poseedor —aquí vendría bien un signo de ironía— de un iPod Touch, disfruté de un Shuffle. Más que pequeño, diminuto. Al principio no le di mucho crédito por su falta de pantalla, pero con el tiempo fue precisamente esta supuesta carencia la que se reveló como su mayor virtud. Echo de menos su práctica invisibilidad y su modo de empleo que no requería atención visual. No echo tanto de menos todas las limitaciones obvias, pero me sorprendió una en particular que comparte con el Touch. Un elemento fundamental para un reproductor de música de calidad (o eso nos hacen creer para que paguemos por el privilegio de llevar un trocito de la Cultura de la Manzana en el bolsillo). Parafraseando a los comentaristas políticos americanos: “son los auriculares, estúpido”.
Para ser nada menos que el punto de contacto principal entre un reproductor de música y su usuario, los auriculares de los iPod son remarcablemente malos. Como si un Ferrari llevara un manillar de Vespino por volante. Son, además, poco discretos —se ven a varios metros de distancia. En la práctica equivalen a ir gritando “Llevo un iPod y unos auriculares de mierda a juego”. Como eslogan no vale mucho, pero no me cabe duda de que los pinganillos en sí mismos valen todavía menos.
¿Acaso tengo “oídos de oro”? Aunque te cueste distinguir a María Callas de los rebuznos de un pollino, ya te habrás dado cuenta de que si intentas escuchar algo con tu iPod mientras estás en algún sitio algo ruidoso (como el transporte público en el que transcurren dos horas y media de mi vida al día, cinco días a la semana), el volumen necesario en el reproductor para distinguir tu canción favorita de la cháchara del vecino de asiento con alguien al otro extremo del vagón es, exactamente, el máximo. Si añadimos a la mezcla esos encantadores muchachitos que, en un gesto caritativo que les honra, comparten su música con todos sus compañeros de viaje a través de los altavoces de su móvil, el resultado acabará con tu capacidad auditiva en menos de cinco días.
¡Tira eso! Por unos cuantos euros, puedes encontrar unos intraauriculares decentes que no sólo tendrán mejor respuesta dinámica que los de serie del iPod, sino que, además, te aislarán (bastante) del ruido ambiente. Los de la foto están bien. No, no me llevo comisión. Soy así de generoso. De nada.
Comentarios
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4 respuestas a «Orejas de oro»
Yo ciertamente no uso iPod, sino un reproductor MP3 genérico (y notablemente más barato), pero el problema con los auriculares es el mismo.
Normalmente me compro unos auriculares aparte y, la verdad, me encantan los que son del tipo de los que has puesto, de los que se incrustan en el oído hasta casi la trompa de Eustaquio.
Tienen, eso sí, la pega de que tienes que aumentar tu nivel de atención visual si vas por la calle con ellos para evitar ser atropellado por un coche al que no oyes venir.
En breve voy a cambiar mi reproductor directamente por un teléfono. Ya te diré si los auriculares proporcionados por Nokia valen para algo… ¿hace Sennheiser auriculares con micrófono?
Los auriculares de Nokia están bien… si tus orejas son como las de los ciervos. Son brutalmente enormes. Tengo un N70 y me han dicho que para otros modelos son parecidos. Igual con los modelos nuevos los han cambiado.
Hola, soy un Vespino, no me ha gustado un pelo tu ironía, acaso me he metido yo contigo?,
Señor Vespino, siento mucho haberle ofendido: Sólo quería resaltar la incongruencia de un Ferrari con un magnífico manillar por volante. Imagínese usted con un volante por manillar, si no: su elegante línea, irresponsablemente modificada.
Por otro lado, ¡bienvenido! Es usted mi primer lector ciclomotor. Gracias por su visita.