Literalmente, pulgar infesto en latín, tal era el nombre entre nuestros tatarabuelos los romanos del gesto que hoy denota “todo bien”. ¿Cómo un gesto tan negativo puede transformarse en uno positivo con el tiempo? Peor aún, en un extraño bucle temporal, hemos contagiado a los propios romanos con nuestro significado moderno a través de Hollywood (y del peplum de Cinecittà).
Es difícil encontrar a alguien que, en cualquier contexto en el que se exprese gestualmente la intención de favorecer a alguien (o expresar su propia buena fortuna), no haga el consabido gesto del pulgar hacia arriba. Todos nos hemos imaginado, visitando las ruinas de algún anfiteatro, al emperador de turno salvando la vida de algún gladiador valeroso pero derrotado a petición de la concurrencia. La verdad histórica no coincide con el imaginario colectivo, pero quizás podemos colegir una imagen más precisa de aquellos tiempos si hacemos la sencilla traslación mental de pulgar a medio en el dedo que se extiende.
Nuestro actual y encantador gesto para el florido concepto de “que te den” se corresponde muy bien con el antiguo gesto romano del pulgar hacia arriba. Imaginando las turbas sedientas de sangre, todos a una, levantando la mano con el dedo medio extendido a la vez que gritan “muerte” (en latín, claro, no en castellano ni mucho menos en inglés), añade una matiz adicional de crudeza y sarcasmo a una situación ya de sí brutal.
Eran tan humanos como nosotros.