Dudar en el cine

Una confesión pecaminosa: no soy cinéfilo. Tan sólo disfruto con películas, así que no me pidáis opinión informada sobre montaje, fotografía, bandas sonoras o actuaciones. Dicho esto, he visto Ágora. La he visto después de leer más de dos críticas negativas. Película correcta pero fría, peplum sin peplum, maniquea… Me ha gustado. Incluso me ha tocado la fibra sensible, conociendo —como conocía— la historia de Hipatia a través del de (a partir de 3’25”, para los que tengan prisa).

En el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, su nombre olvidado.

, pero las licencias son necesarias para contar una buena historia, tanto para Sagan como para . Porque es una buena historia. He aquí mi primera hipótesis para explicar la tibieza de las críticas:

Primera hipótesis

Los críticos son de letras. (Perdonadme, lectores de letras.)

No saben lo que es una elipse, por qué es distinta de una circunferencia y lo que significa para el concepto de perfección de las esferas celestes, que dominó como una auténtica ideología el pensamiento astronómico hasta que , tras considerable sufrimiento, publicara en 1609 la confirmación última de que la realidad del Universo es como es y no como nos la habíamos imaginado. Pero entonces caí en la cuenta de que había otra razón. Una más básica, elemental, peligrosa.

Segunda hipótesis

No importa si eres de ciencias o de letras. Importa que sepas dudar.

Ágora es un canto a la duda como guía vital. No importa entender o no por qué es importante que los cuerpos celestes se muevan según secciones cónicas. Importa dudar para saber. Lamentablemente, dudar también es una habilidad que pocas personas han desarrollado —incluidos críticos de cine. Hay que dudar para conocer la realidad, que sólo es eso que queda cuando dejas de creer en todo.