Podría decirse que tengo poco dinero, pero mal repartido. Uno de mis destinos preferidos para pagar comisiones por servicios que no uso es CajaMadrid. “Ellos” me envían en papel, con periodicidad estomagante, resúmenes de las extracciones de pastuqui que se hacen sobre mi cuenta (nunca nadie me da dinero, qué cosas). Ya me he borrado dos veces de eso apuntándome al servicio de correspondencia on-line. Pero nada, deben pensar que ya no tengo edad para andar jugando con el e-mail y me revierten al papel. También me lo cobran, claro.
A veces, sin embargo, la generosidad de ser una gran caja embarga a los esbirros de Rodrigo Rato y me envían correos como este que adjunto:
¡Mayúsculas gritonas! Perdón, quería decir: ¡lotería gratis! Una lotería en la que el único premio son 1000 eurámenes y que, aplicando el principio de la medianía (es decir, que sería raro que me hubieran “tocado” números del final de la serie, y que lo más normal es que los que me hayan dado sean “de los de en medio”) tiene alrededor de 18 millones de números. De los que yo juego seis. Tengo una posibilidad entre 3 millones de que CajaMadrid me devuelva una parte —ni siquiera mayoritaria— de lo que me ha cobrado en comisiones durante los últimos años. Y para colmo los resultados del sorteo ni siquiera son públicos. Ya me dirán si me toca. Claro.
Tanto altruísmo me ha inspirado. Querido lector: piensa un número real del cero al número de Avogadro. Si coincide con el que yo acabo de apuntar en el trozo de papel higiénico que justo ahora está cayendo hacia mi inodoro, te invito a unas cañas…