Hace hoy 45 años Vladímir Komarov, cosmonauta, era conducido hacia la rampa número 1 del complejo de Baikonur, en el actual Kazajistán. Con él estaba su compañero y amigo Yuri Gagarin, cosmonauta de reserva para esta misión. El autobús se detuvo al pie de la torre; ambos cosmonautas salieron y abordaron el ascensor que les llevaría hasta la pasarela de acceso de la escotilla del Soyuz 1. Komarov entró en la cápsula y se acomodó en la nueva nave. Los técnicos de apoyo ajustaron sus correajes. Los dos amigos se despidieron —“nos vemos pronto”— antes del cierre de la escotilla. Fueron las últimas palabras en tierra de Komarov. Aquel vuelo le convertiría en el primer hombre en alcanzar dos veces el espacio, y también el primero en morir durante un vuelo espacial.
La Soyuz 1 no estaba preparada, pero había que darse prisa. La Unión Soviética estaba en plena carrera por la Luna y ningún cosmonauta había volado en los últimos dos años. La nueva nave Soyuz (7K-OK nº4) sería la pieza clave de la arquitectura del colosal programa de vuelos lunares. El Primero de Mayo del cincuenta aniversario de la Revolución se acercaba como una locomotora sin frenos, y Brezhnev necesitaba un golpe de efecto, uno más, para refrendar la superioridad soviética en el espacio. Muchos ingenieros sabían que habría problemas. El mismo Komarov era consciente de ello, pero volaría de todos modos. Algunos cuentan que oyeron a Dmitri Ustinov, el todopoderoso secretario del Comité Central del Partido a cargo de la industria de defensa, amenazar a Komarov con arrancarle las estrellas de los galones “una a una” hasta que subiera a la nave. Quién sabe. Algo sí era seguro: si Komarov daba un paso atrás sería su amigo Gagarin quien le sustituyera a los mandos. No lo dudó.
Komarov no esperaba morir aquel 24 de abril de 1967, aunque el riesgo era muy grande. La nave, sin haber pasado por suficientes pruebas, falló y volvió a fallar como un mecano mal ajustado. Un panel solar no se desplegó y los testigos de despliegue no funcionaron. Una antena de respaldo de telemetría no pudo extenderse. El sensor de orientación estelar quedó bloqueado por el panel atascado. La nave sufría de escasez de fluido eléctrico y no podía estabilizarse de resultas de estos problemas. El ambicioso plan de vuelo, que incluía el despegue de una segunda Soyuz con tres cosmonautas, un acoplamiento orbital y una transferencia de personal pionera entre las dos naves, fue inmediatamente suspendido. El control de misión, con Gagarin haciendo de enlace, hizo todo lo humanamente posible para traer de vuelta a Komarov con vida. Éste, por su parte, lo intentó todo para salvar su misión, llegando a intentar desatascar el panel solar desde dentro, a patadas.
Es falso, como se comenta en algunos libros y sitios de gran difusión, que Komarov hiciera su descenso final entre gritos y juramentos contra los ingenieros y el Partido. Si gritó, debió hacerlo en el último minuto de su viaje, cuando fue consciente de que el paracaídas principal se había atascado y que el paracaídas de reserva no estaba deteniendo su caída. No había contacto por radio en ese momento. Tampoco es verdad que el control de misión le pusiera en contacto con su mujer para despedirse —¿por qué harían tal cosa? Si aquel paracaídas no hubiera fallado, se habría salvado. Naturalmente, tampoco habló con el premier Kosygin ni le pidió nada. Komarov se enfrentó a su destino como un héroe hasta el último minuto. Después, la velocidad de la caída impidió que hubiera tiempo para que el escudo térmico se soltara. Los retrocohetes que podrían haber reducido algo —sin esperanza— la velocidad del impacto final estallaron en su lugar hacia adentro. La cápsula de retorno se estrelló a una velocidad entre 150 y 200 kilómetros por hora contra un terreno llano a las afueras de Karabulak —mientras estallaba en llamas.
https://www.youtube.com/watch?v=hw56mLN2Ezc
Era evidente que nadie podría salir de allí con vida, pero los acontecimientos conspiraron para dar una última esperanza. El primer equipo que llegó al lugar del impacto tenía entre sus órdenes comunicar, mediante una bengala, el estado de nave y cosmonauta a los asistentes que estuvieran en camino. Había un juego de bengalas de diferentes colores para señalizar diferentes circunstancias: desgraciadamente, nadie pensó en una que codificara el terrible mensaje “cosmonauta muerto”. Los rescatadores optaron por lanzar la que les pareció más apropiada para la situación que contemplaban: “cosmonauta necesita atención médica urgente”.
El equipo de rescate agotó sus extintores de espuma y empezó a usar tierra, pero las temperaturas del interior terminaron por hacer que se derrumbara sobre sí misma como una lata oxidada. Komarov no tuvo ninguna oportunidad. Su muerte fue rápida. Los rescatadores recogieron lo que pudieron para enterrarlo en el muro del Kremlin, en Moscú. Unos días después, un grupo de pioneros —boy scouts, versión soviética— encontró más restos, y decidieron enterrarlos en una ceremonia espontánea a la que acudieron centenares de personas. Komarov tiene dos tumbas.
Podría pensarse que fue un régimen político terrible el que mató a este hombre valiente. La propaganda posterior, con todo su dramatismo, parece confirmarlo. Es el momento de ceder mi voz a la de un testigo periodístico lejano: el editorial de la revista Life del 5 de mayo de aquel año. “Los americanos” lo explicarán mejor:
Durante los 10 años de era espacial, astronautas americanos y cosmonautas soviéticos han apostado contra el destino de Ícaro —volar cada vez más alto hacia el sol, alejando los límites del conocimiento humano con cada órbita alrededor de la Tierra.
Con la muerte, la pasada semana, de Vladímir Komarov, cuatro hombres han perdido su apuesta. No tiene sentido decir que son “de los nuestros” o “de los suyos”. Eran, simplemente, hombres valientes que eran muy conscientes de los riesgos de su profesión —y que decidieron que merecían la pena frente a la posibilidad de conocer lo desconocido.
La unión surgida de una experiencia compartida más allá de las fronteras terrestres se mostró, aparente, en el espontáneo mensaje de condolencia telegrafiado por los 47 astronautas americanos. Saben que son, en un sentido, competidores por la gloria, pero el sacrificio de sus cuatro compañeros se sentiría vacío y trágico si se hubiera limitado a una mera rivalidad por el prestigio nacional.
Por supuesto, los soviéticos querían su espectáculo por el 50 aniversario de su régimen. Pero sus motivaciones no son tan distintas de las nuestras. En 1961 nos fijamos el objetivo de poner un hombre en la Luna, a más tardar, en 1970. Ahora nos encontramos luchando contra un plazo autoimpuesto. La competición es deseable en tanto que espolea la expansión del conocimiento, y lo es hasta que comienza a ejercer un tipo de presión inadecuado sobre el plan y sobre las personas.
[…]
La cooperación que puede ser valiosa es la del tipo que ensalza el tratado sobre usos pacíficos del espacio exterior, firmado por la Unión Soviética y ratificado por 88 votos a cero por el Senado de los Estados Unidos el día anterior al funeral de Komarov. Que los hombres en el espacio puedan vivir juntos en paz será, al final, algo mucho más importante que cómo hayan logrado llegar hasta allí —o cuándo.
Gloria eterna a los que alcanzan los cielos. Слава Комаров.
Los mitos de la Soyuz 1, Eureka, Daniel Marín (consultado el 24/04/2012).
Soyuz 1, RussianSpaceWeb.com (consultado el 24/04/2012).
The Risk of Knowing Space, Life, 5/05/1967.
Comentarios
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4 respuestas a «Komarov, un hombre valiente»
[…] momentos que cambiaron el mundo 1 alma 17 Komarov, un hombre valiente por Goefry en cosmonáutica hace nada […]
Pensaba q Gagarin fue retirado de la exploración espacial tras su triunfal primer vuelo…
Gagarin nunca quiso alejarse de la exploración espacial y buscó, desde que pudo librarse de los viajes “de buena voluntad” (giras promocionales, en realidad, para la Unión Soviética), volver a ser un cosmonauta en activo.
A partir de 1962 comenzó a trabajar en la Ciudad de las Estrellas. Fue oficial de comunicaciones en la misión Vostok 3/4 (el equivalente al “capcom” de la NASA). Llego a subjefe de entrenamiento de cosmonautas, ascendió en la escala militar y se dedicó a estudiar ingeniería, participando en el equipo de diseño de una futura nave reutilizable. Las autoridades querían impedir que volviera a volar a toda costa, pero logró ser el reserva de Komarov en la Soyuz 1. Su nombre sonaba para el programa lunar de la URSS, ese que “nunca tuvo lugar”, y cuando la muerte le sorprendió estaba re-cualificándose como piloto de combate (lo que, en cualquier caso, aumentaría sus posibilidades de volver a salir al espacio). Por sus esfuerzos para volver a volar, podría decirse que el primer “yuritrastornado” fue, precisamente, Yuri Gagarin.
En la página web de la Yuriesfera tienes una biografía y muchos documentos adicionales. Puedes empezar por aquí: http://www.yuriesfera.net/documentos/el-hombre/
Gracias por la respuesta y el enlace, había leído q tuvo problemas con el alcohol pero parece q no eran tan graves si siguió metido en el ajo