¿Qué relación hay entre Ígor Stravinsky, el famoso compositor, y Star Trek, la franquicia de ciencia ficción defectuosa pero divertida que durante tantos años ha estado boqueando en sus lamentables encarnaciones peliculeras? Star Trek comenzó a emitirse en 1966 en los EE.UU., fecha en la que Stravinski ya tenía la nacionalidad americana, pero dudo que pudiera considerarse fan de las aventuras de Kirk, Spock y McCoy. Además, haría trampa: como decir que mi número Erdős con Obama es de 1 porque lo he visto por la tele.
Veamos. Stravinsky compuso la Historia de un Soldado en 1918, una obra teatral para ser “leída, tocada y danzada” por un pequeña troupe en un teatro portátil. Al final de la Gran Guerra, la mayor preocupación del compositor era estrenar una obra que pudiera representarse con un presupuesto lo más bajo posible para afrontar la crisis (¿de qué me suena esto?). Pero, pese a las intenciones de rentabilidad de su compositor, la obra estuvo seis años en el limbo tras su estreno debido a la epidemia de gripe que truncó los planes de gira.
Pues bien: resulta que los decorados y el vestuario del estreno fueron preparados por un pintor, amigo de Stravinsky, llamado René Victor Auberjonois. Si hay algún trekkie redomado en la audiencia ya habrá reconocido el nombre. Efectivamente, René Auberjonois, Odo en Espacio Profundo Nueve, es su nieto. Si alguien quiere seguir tirando del hilo para asociar a Stravinsky con el ínclito J.J., encargado de aventar las cenizas de lo que queda del mito Trek a partir del próximo 8 de mayo en los mejores cines (Star Trek… once), que lo haga por su propia cuenta, que yo me bajo aquí.