¡Ah del teléfono!

telephone dial
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Foto de Leo Reynolds

“¿Sí? ¿Digamé?” (Así, acentuado en la e) Antiguamente: “Al habla X”, “X al aparato” En otros lugares: “Aló”, “Pronto”, “モシモシ”… Contestar al teléfono es una experiencia cotidiana, pero ¿de dónde viene la costumbre de saludar al aire, antes de saber con quién tenemos el placer —o a veces el gusto— de hablar?

En lingüística se denomina función fática a la función que realiza el lenguaje cuando no lo usamos para transportar información, sino para comprobar el canal. El ejemplo más claro es la prueba de sonido antes de una conferencia, ese manido “probando, probando, un, dos, tres” que todos hemos oído, pero nadie escuchado. El “sí” telefónico sirve a ese propósito: se trata de una deferencia para con la persona que nos llama, que comprueba así que el canal está establecido y puede lanzarse a una orgía de venta por teléfono u otras pornofonías.

A estas alturas parece muy obvio que quien responde a una llamada tiene que facilitar las cosas de este modo al llamante, pero esto no ha sido siempre así. Cuando Bell (no, Gray; ¡no, Meucci!) inventó el teléfono, ya observó la necesidad de que sus usuarios “comprobaran” de algún modo que la llamada estaba establecida. No es que su aparato no fuera fiable (y a mí tampoco me agradan las ironías). La cuestión es que, intuitivamente o no, dio con un protocolo de comprobación que era, básicamente, el actual. Pero no decía “hola” —en inglés, por lo menos. Decía “ahoy, ahoy”.

La razón por la que Bell, en sus demostraciones con el teléfono, respondía a las llamadas diciendo algo tan aparentemente ridículo como “ahoy, ahoy” puede estar cogida por los pelos, pero tiene cierta base. Ahoy, en jerga náutica, era el modo de decir —en inglés— “¡ah!”. Como en “ah del barco” (hace mucho que no veo una de piratas, por cierto). Que, dicho sea de paso, se traduce como ship ahoy!; mira por dónde me acabo de enterar que la marca de galletas es un chiste. En castellano sería “¡Ah de los trocitos de chocolate!”, nombre menos afortunado. Tampoco lo sería la muletilla de Bell: fue sustituida más rápido de lo que se cuelga a un vendedor por el hola telefónico estándar, de la mano de Edison. En esta ocasión quizá no inventó el teléfono, pero sí la manera correcta de usarlo.