Esta vez no hay chiste. De hecho, en los dos episodios anteriores (Bilingües, Bilingües 2) de esta serie involuntaria tampoco hay chiste alguno, aunque muevan a risa. La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid no intenta alegrarnos la vida. Distribuye bilingüismo de pacotilla entre sus ciudadanos con la misma alegría que ciertos yogures confieren el don de la regularidad excrementicia. El objetivo final del Gobierno Aguirre, transformar todos los ingresos por impuestos en gastos por publicidad, está cada vez más cerca.
Y es que llamar bilingüe a un colegio donde los niños de Educación Infantil, los más permeables para el aprendizaje de idiomas, tienen de media hora a tres cuartos de clase en inglés cuatro días por semana, es cinismo. Llamar bilingüe a un colegio donde no hay ningún docente con tal capacidad es cinismo. Llamar bilingüe a un colegio donde los conocimientos medios de inglés de los profesores no pasan del manido “nivel medio” (yes, very well), es cinismo. Llamar bilingüe a un colegio donde toda la vida escolar se hace en madrileño más que en español es cinismo. Llamar bilingüe a un colegio donde ninguna actividad extraescolar está disponible en inglés es cinismo. Llamar bilingüe a un colegio donde los menús del comedor llevan traducciones apropiadamente macarrónicas del castellano es, además de una triste gracia, cinismo.
Que además de todo esto los padres invoquen con reverencia el bilingüismo del colegio de sus niños, que lo usen para dar envidia a los cuñados o que crean que como el colegio tiene un cartel en la puerta diciendo que es bilingüe sus hijos saldrán mágicamente de él hablando inglés por los codos (idioma que ocho de cada diez no entiende en absoluto), es una de las estupideces más supinas en las que pueda incurrirse. Que se alteren los empadronamientos de los niños o se les pida plaza en colegios fuera de su distrito escolar por la sola razón del rumor de que un colegio va a llevar el cartel de bilingüe es, además, casi un fraude y una agresión a la calidad de la enseñanza. Que los abnegados profesores acometan la farsa sin torcer el gesto es una muestra de santa inconsciencia, y no quiero ir más allá. Que incluso el cartel de “bilingüe” esté escrito exclusivamente en castellano revela bien a las claras la intención de quien manda ponerlo.
El bilingüismo es algo muy serio, que sólo puede conseguirse de verdad en el seno de una sociedad bilingüe. Podrían serlo en Suiza. En Bélgica —y cada vez menos. En Irlanda. En Cataluña. Pero no en la provinciana Villa y Corte y sus no menos augustos alrededores. Si los franceses se hubieran quedado tal vez seríamos bilingües en francés; ahora, lo más que podemos conseguir de un modo realista es que nuestros hijos sean competentes en inglés, y con suerte en algún otro idioma. No se pueden fabricar niños bilingües en un idioma arbitrario, por mucho que sea la lengua de contacto universal, a golpe de cartelería, inversiones irrisorias, ignorancia y buena voluntad.
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Comentarios
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3 respuestas a «Bilingües 3»
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Muchas gracias. Así lo verá más gente…
Lleva de momento 7 meneos y tres comentarios. Todos los comentarios son del tipo “en mi comunidad es igual”. País…