Una de las pequeñas sorpresas que nos tiene reservadas El maquinista de La General son los puentes cubiertos. Aunque no me considere un gran consumidor de cine, sí tengo bastantes de los números más gordos tachados de mi tarjeta de bingo. Es decir, he visto Los puentes de Madison. Una de las conclusiones menos importantes que pueden extraerse de semejante valle de lágrimas hecho película es que los puentes cubiertos fueron un fenómeno raro en la iconografía de la obra pública. De otro modo, ¿por qué iría el fotógrafo encarnado por Clint Eastwood a un rincón de Iowa, el condado de Madison, a inmortalizar aquellas peculiares construcciones para National Geographic?
Aquí tenemos al gran Buster Keaton para mostrarnos que los puentes cubiertos no eran, para nada, tan raros. Y antes de tener el gálibo típico para permitir el paso de tráfico rodado, los había también para trenes. Más estrechos y altos. ¿Por qué una construcción tan curiosa? La siguiente escena no nos lo revela. Sí nos muestra con cierto detalle uno de estos puentes. Bloqueado por, nada menos, un vagón en llamas. Nuestro querido Johnnie se acerca, entre valiente e inconsciente, con su locomotora.
Keaton, y con él, el operador de la cámara, se jugaron bastante la vida en esta toma. Que repitieron: observad cómo después de ver a Keaton a los mandos desde el ténder y entrar en el puente en llamas, la acción corta a un plano de la locomotora saliendo del puente empujando el vagón. La cámara que emplearon durante la filmación fue una Bell & Howell 2709. Como esta:

No creo posible que, en el escaso tiempo durante el que la locomotora atraviesa el puente, el operador de la cámara pudiera plegar el trípode y esconder la cámara y a sí mismo para evitar aparecer en la toma general siguiente, de modo que la locomotora debió pasar dos veces por el puente en llamas. Puede surgir la pregunta obvia: ¿cómo es posible que Keaton pudiera destruir con tanta alegría elementos de la infraestructura?
De alegría nada, los pagaba. Pero vistos los resultados —y, sobre todo, el gran final de la película, ya veréis— le salió muy barato. La película costó 750000 dólares de 1926, 13,73 millones de hoy. Puede que en 1926 fuese un dineral, pero nadie movería hoy una ceja por un presupuesto equivalente en una producción de hoy. Es más, me atrevo a decir que, si alguien decidiera hacer un remake de El maquinista de La General hoy, no le saldría por menos de diez veces más dinero. Y eso contando con un uso generoso de los gráficos por ordenador.
Pero todavía tenemos una pregunta por contestar: ¿por qué hacer puentes cubiertos? Es para refugiar de la lluvia al propio puente. Veréis. El material de construcción más barato del que se disponía en casi todos los rincones de los Estados Unidos es la madera. Es posible tratarla para minimizar los efectos de la humedad ambiental, que termina pudriéndola a largo plazo con consecuencias desastrosas en una obra que tiene que soportar el peso de los trenes. El tratamiento solo retrasa el deterioro, no lo impide. Así que ¿por qué no techar el puente? El techo también se pudrirá, pero al no tener que soportar cargas su vida útil es muy superior y puede irse reparando poco a poco. Esto, que puede ser práctico para puentes de luz pequeña1, no es viable cuando la construcción tiene que superar un desnivel muy ancho. En esos casos se utilizaba la otra gran solución americana del siglo XIX: los puentes de caballetes, que conformaban espectaculares celosías de madera con multitud de apoyos redundantes. De estos también veremos uno en El maquinista de La General.
Conforme fue necesario soportar mayores cargas, el uso de la mampostería primero (a la europea), y después el metal y el hormigón se generalizaron. Los viejos puentes cubiertos, tan encantadores, quedaron como un recuerdo que se pudría con el tiempo. En Cottage Grove, Oregón, donde se filmó El maquinista de La General, queda en pie el último puente ferroviario cubierto al oeste del Mississippi. Fue construido en 1925, pero no aparece en la película; quién podía imaginarse que sería, algún día, una absoluta rareza.

- La luz de un puente es la distancia entre los apoyos de cada extremo. ↩︎


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