Una vía férrea zigzaguea dentro de un bosque otoñal. Los árboles ya no tienen hojas, y toda la imagen está teñida de marrón. La vía gira primero a la derecha y luego a la izquierda antes de salvar un desnivel (quizá un riachuelo) con un pequeño paso superior. Más adelante, se pierde entre los árboles.

Curvas y morteros

Esta es buena. Johnnie ha enganchado a su locomotora un mortero que se encontró en un pequeño apartadero. En plena guerra supongo que estas cosas podían pasar. En un primer intento de disparo lo carga con un poco de pólvora, una bala y ¡pum! Cae a sus pies dentro de la locomotora, para general hilaridad del público. Sin causar daños, por suerte. Cuentan que Keaton dosificó los granos de pólvora con pinzas antes de grabar para ejecutar ese tiro tan involuntariamente preciso.

Johnnie intenta disparar con un mortero contra sus enemigos. (Vídeo: dominio público)

Volvamos a la ficción. Tras un resultado así, Johnnie, sin experiencia previa en artillería, tendría que intentarlo de nuevo. Para el segundo disparo usa un bidón entero de pólvora. Lo deja caer entero dentro del mortero, seguido de la bala. Enciende la mecha y corre para refugiarse en la locomotora. Pero con las prisas se le queda el pie atrapado en el enganche de la plataforma del mortero. El enganche es, en esta ocasión, una pieza larga formada por dos barras en forma de «V» que pivota respecto del extremo de la plataforma hacia arriba y hacia abajo. Johnnie logra zafarse, pero en la pugna desengancha también la plataforma y el mortero. El enganche cae y, seguramente atrapado por una traviesa, acaba doblado. De alguna manera, la rueda delantera izquierda de la plataforma sufre en ese momento una deformación —¿pisó el enganche?— y comienza a botar, una vez por vuelta.

Los botes de la plataforma cambian la orientación del mortero, que va cayendo, ominoso, desde los cuarenta y cinco grados originales hasta la horizontal. Ahora apunta directamente al ténder de la locomotora de Johnnie (es decir, la parte de la locomotora que lleva su combustible y los depósitos de agua). El disparo es inminente. ¿Saldrá entero de esta?

Los radios de curva de una línea de ferrocarril del siglo XIX solían ser mucho menores que los actuales, y por tanto las curvas eran más cerradas. No se hacía así por gusto: había que lograr que la vía fuera lo más llana posible para imponer un esfuerzo mínimo a las locomotoras (ya vimos que no iban sobradas) y a la vez tener que construir un mínimo de puentes o túneles para abaratar el trazado. Una derivada que quizá no os habríais esperado de estas curvas cerradas es que no cualquier vehículo podía inscribirse con éxito en ellas.

Diagrama que muestra la inscripción en una vía en curva de radio R de un vehículo de dos ejes con longitud L.
Un vehículo de longitud L se inscribe en una curva de radio R. (Fuente: Wang, P., Si, D., Wang, S., & Yi, Q. (2021). Study on Gage Widening Methods for Small-Radius Curves. Applied Sciences, 11(12), 5334. https://doi.org/10.3390/app11125334)

No es difícil imaginarse, a partir del diagrama anterior, que la distancia entre los ejes no puede alargarse todo lo que uno quiera, so pena de terminar atascando el vagón en la curva. Es este, y no otro, el motivo por el que los coches y vagones de época son mucho más cortos que los actuales. También la razón de que se inventaran los bogies, esos conjuntos de dos ejes omnipresentes en los trenes (salvo en los de Talgo, que funcionan con un sistema de guiado diferente), montados en los extremos de cada vagón y pivotando independientemente de él. El invento es muy temprano, de 1812, pero su aplicación empezó a generalizarse a partir de la década de los treinta del siglo XIX. El material rodante que aparece en The General todavía monta ejes sueltos.

Animación que muestra los movimientos propios de un bogie visto desde un lateral. Se le ve girar respecto de un eje vertical que pasa por su centro y moverse arriba y abajo en virtud de su sistema de suspensión.
Movimientos de un bogie. (Animación: ikaxer/Wikimedia Commons)

Aunque en la historia el resultado final aparenta ser casual, el disparo del mortero está perfectamente sincronizado con una curva a la izquierda y tiene en cuenta la separación con la locomotora tras haber sido desenganchado. Se pueden hacer números, aunque lo más probable es que Keaton adoptara un enfoque más práctico: ensayar la escena y tomar nota del momento en que la visual desde el mortero hacia delante queda libre. A partir de ese instante, la bala pasará de largo… Si realmente se hubiera disparado. Lo más fácil era, simplemente, detonar pólvora en el mortero y, tras un corto intervalo prudencial, hacer estallar una carga cerca de la ubicación del tren de los enemigos. Como quiera que se mire, una obra de arte de coordinación. Otra vez.

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Comentarios

Una respuesta a «Curvas y morteros»

  1. Ay, esta es una de mis escenas favoritas de la película :_)

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