Buster Keaton mira al frente encaramado a cuatro patas en el apartavacas de una locomotora de vapor, en una imagen promocional para El maquinista de La General.

El gran final

Ahora sí: hemos llegado al final de las aventuras de Johnnie Gray, nuestro simpático maquinista. A lo largo —a lo muy largo— de once artículos hemos seguido sus aventuras y desventuras mientras intenta rescatar su locomotora de las garras de unos espías yanquis, deteniendo la mirada en la tecnología ferroviaria de la época, de la que Buster Keaton se revela como buen conocedor. Ya solo nos queda acomodarnos y dejarnos sorprender por una escena digna de una buena cinta de catástrofes.

Johnnie, tras pasar por el puente del río Rock, decide prenderle fuego, para lo que usa parte de la madera que transporta como combustible su locomotora y el queroseno de la linterna frontal. Su torpeza le hace quedarse en el lado incorrecto del incendio. ¿Qué hará? Cómo no, saltar sobre las llamas, aunque para nada: el puente no tiene más suelo que las traviesas de la vía, y Johnnie se cuela entre dos de ellas, cayendo directamente al agua. Menos mal que sabe nadar y que el río tiene suficiente profundidad para hacer el salto seguro. Un rato más tarde, los perseguidores yanquis llegan con todo su ejército. El general al mando ordena al maquinista de la locomotora que encabeza la persecución que cruce pese al fuego:

Ese puente no está tan quemado como para pararle, y mis hombres cruzarán a nado.

Famosas últimas palabras.

La famosa escena de la locomotora que cruza un puente en llamas al final de El maquinista de La General. (Vídeo: dominio público)

Keaton construyó el puente para el rodaje e hizo varias pruebas para asegurarse de que podía filmar perfectamente la caída de la locomotora. El día clave, la población de Cottage Grove (Oregón), donde se alojaban actores y equipo técnico, declaró festivo local. Entre tres mil y cuatro mil personas, vecinos de las inmediaciones, aparecieron por allí para ver en directo la filmación. Entre ellos, alrededor de quinientos extras de la Guardia Nacional que hicieron una suerte de recreación de una inexistente batalla de la guerra civil. Keaton contaba con seis cámaras; es un pequeño misterio por qué decidió montar esta escena tan espectacular de un modo tan simple, en plano general. La locomotora quedó estrellada en el río y se convirtió en una pequeña atracción turística hasta que, antes del final de la Segunda Guerra Mundial, fue retirada para aprovecharla como chatarra.

La película fue un fracaso de taquilla. Apenas cubrió gastos, las críticas fueron pobres y Keaton terminó perdiendo su independencia creativa, lo que fue el paso previo a su decadencia. Fue el paso de los años lo que cimentó su estatus de clásico del género. En estos artículos hemos visto que, además de ser una gran película, es precisa en su recreación técnica del ferrocarril de la década de 1860. Ha sido muy divertido poner el «ojo de ferroviario» sobre cada escena, Espero que hayáis disfrutado siguiendo mis comentarios como yo haciéndolos.

No quiero abandonar esta serie sin comentar que El maquinista de La General es, con todas sus virtudes, una de las contribuciones más importantes a un meme muy habitual en las películas de su época y posterior: el de la «causa perdida». Los esclavistas confederados son «los buenos» y su cultura de supuesta caballerosidad era superior al frío industrialismo del Norte unionista. Como no es difícil imaginar, el racismo en los EE. UU. no terminó con el final de la guerra civil, pero cuando los participantes que sobrevivieron empezaron a morir, despegó una ola de memoriales públicos que volvieron a traer a la superficie el revisionismo y permitieron la aprobación de las leyes segregacionistas que se dieron en llamar colectivamente «Jim Crow».

Ver El maquinista de La General con cierto conocimiento de su trasfondo es un ejercicio de memoria histórica. No es cómodo ni fácil de procesar, pero tiene una gran ventaja. No es Lo que el viento se llevó.

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