Le leía a Fernando de Córdoba (@gamusino@mastodon.social), luminaria de todo lo que tenga que ver con marcas, una confesión interesante en esa red en la que estamos más o menos a regañadientes todos los que tenemos cierta aspiración profesional:
Tengo un problema enorme con las caras. Con los nombres también, pero sobre todo con las caras. Me cuesta muchísimo reconocer a la gente aunque les haya visto mil veces. No es desinterés, lo juro: soy más capaz de acordarme de tu tipografía favorita o de que tenías dos gatos o de a qué se dedicaba tu padre que de tu cara. Y lo paso fatal en los eventos, porque parezco un borde que no saluda a nadie o que no sabe quién eres. Pero solo necesito un poquito de contexto para que mi cerebro haga clic. Imagínate lo que era firmarle libros a gente que no sabía si conocía o no. Un tierra trágame continuo.
Por lo visto esto se llama prosopagnosia y también le pasa a Brad Pitt, y aunque me fastidia muchísimo tenerlo, siempre es un consuelo que le pase a alguien guapo y famoso.
La moraleja es: si me ves, por favor, salúdame y dime quién eres, si eres alguien que no veo a diario. Te lo agradeceré infinito.
¿Le pasa a alguien más?
Fernando de Córdoba en LinkedIn
Pues bien, aquí estamos, sufriendo de un mal muy similar. Aunque a mí nunca se me ocurrió asociar esa dificultad particular a la prosopagnosia, sino a algo más fundamental: mi tendencia a la introversión. Con los años he ido aprendiendo técnicas para combatirla y que no resulte un hándicap profesional o personal, pero tienen un efecto secundario. Un introvertido como yo no afronta una situación social en modo automático. Piensa en montar en bici: al principio, cuando aprendes, cada movimiento sale de la parte consciente del pensamiento; solo la práctica te lleva a poderlos sumergir en la memoria muscular y poder dedicar «la cabeza» a algo distinto mientras montas.
¿Cuál es la consecuencia? Al tener la mente consciente ocupada en planificar los siguientes movimientos, se hace mucho más difícil prestar atención a «detalles» como nombres, caras y su asociación. ¡Prosopagnosia inducida! Un poco como a Felipe en la tira de Mafalda.

Comentarios
7 respuestas a «Prosopagnosia inducida»
@blog Te entiendo perfectamente! En mi caso la gente suele pensar que recuerdo su voz y que tengo que conocerles por la voz. Al final, quien se siente defraudado porque no le recuerdes tiene un problema de ego mayor a nuestra condición de no recordar caras o voces. He llegado a esta conclusión leyendo tu artículo ya que no tenía muy claro que el problema de ser inconscientemente borde también lo tenéis los que veis.Por cierto, aprovechemos para citar a @gamusino que tiene cuenta por aquí y de vez en cuando nos deleita con sus conocimientos aunque no se acuerde de poner textos alternativos a las imágenes.
Gracias por la perspectiva de tu comentario, y por el recordatorio de que Fernando tiene cuenta en Mastodón. Editaré el artículo para incluir la cita.
@blog Gracias por escribirlo! No me había parado a pensar en que mi percepción de bordería no es exclusiva. En cierto modo me consuela, aunque no debería ser así.
Una descripción perfecta de un problema de comparto. A veces resulta difícil explicar a un extrovertido que conocer gente puede ser estresante, por muy amables y agradables que sean. Y con la presión de hacerlo-todo-bien es fácil olvidar detalles como el nombre de alguien.
Qué bien sabe la solidaridad a primera hora de la mañana…
@blog @gamusino Me pasa algo muy parecido. En las situaciones que tengo que estar con otra gente, si solo es una persona, lo llevo bien. En cuanto sean 2 o más… Mucho estímulo y empiezo a dejar de lado toda la "parte social".
Solidaridad… y mis disculpas por haber tardado en autorizar el comentario. Se me pasó…