Cuando me enteré de que Elon Musk, no contento con traer de vuelta del mundo de los muertos al coche eléctrico, conquistar el espacio —primero la órbita baja, después Marte— y regalar al mundo la idea de transportarnos en cápsulas flotantes dentro de tubos de vacío como si fuéramos la recaudación de un supermercado, iba a lanzarse nada menos que a la conquista del subsuelo, pensé que se trataría de algún tipo de chiste que me costaba entender. Al ver que había dado forma jurídica a su empresa, la había llamado «The Boring Company» («la empresa aburrida/perforadora») y a su primera tuneladora «Godot» (por lo visto se hizo esperar) empecé a pensar que quizá, después de todo, sí que estaba pillando el chiste. […]
¿Todavía no habéis leído el artículo que he publicado en Naukas sobre las implausibilidades a las que se enfrenta Elon Musk con su «Boring Company»? Pues adelante: «The Boring Company: aburrido no, imposible».