La probabilidad de impacto de 2024 YR4 ha aumentado del 1,2 % que tenía cuando lo conté en esta casa al 1,6 % cuando lo contó Daniel Marín en Eurekablog, y al 2,3 % ahora (mañana del viernes 7 de febrero en el huso horario CEST). Daniel dice que el aumento es raro, pero en mi opinión no lo es realmente. O al menos no de momento. ¿Por qué? Voy a intentar contarlo de la manera más sencilla que sepa.
Os sonará el concepto de «órbita». Una órbita no es más que la trayectoria de un cuerpo con masa en un campo gravitatorio. Las matemáticas de la cuestión, sin bajar a niveles más precisos que el modelo de Newton, imponen que todas las órbitas sean curvas de las que salen cuando cortas un cono con distintos planos. Circunferencias y elipses, pero también parábolas o hipérbolas.
![Diagrama geométrico mostrando un cono transparente en tres dimensiones, con las curvas formadas por el corte de cuatro planos con inclinaciones diferentes: una circunferencia si el plano corta perpendicularmente al eje del cono, una elipse si el ángulo entre el plano y el eje del cono es menor de 90 grados pero mayor que el que forma una generatriz del cono con su eje en el vértice, una parábola si el ángulo es igual al de la generatriz del cono con su eje en el vértice y una hipérbola si es aún más pequeño.](https://brucknerite.net/wp-content/uploads/2025/02/1003px-Secciones_conicas.svg-950x1024.png)
Una curva es un objeto lineal. ¿Qué quiero decir con eso? Que no tiene grosor en el mismo sentido que un punto ideal no tiene tamaño. Es un conjunto de puntos en el espacio que indica con precisión infinita dónde está un objeto. En la mecánica de Newton, una vez más, «dónde está un objeto» se refiere a su centro de masas, que es el punto teórico alrededor del que gira el objeto de forma natural. O también el punto donde podemos asumir que se concentra su masa para echar cuentas.
Ahora bien, las cosas en la realidad nunca son tan limpias. Lo de «precisión infinita» os debería haber dado una pista. Los objetos de verdad están sujetos a campos gravitatorios complejos, hay más efectos sobre el movimiento de un cuerpo que los simplemente gravitatorios y, en parte por eso y en parte por limitaciones de nuestros instrumentos de medida, no somos capaces de determinar una órbita con precisión infinita.
Así que cualquier órbita de verdad es una curva, sí, pero ocupa a priori un cierto volumen en el espacio. Como un dónut, tanto más fino cuanto mejor esté determinada. La órbita de la Tierra es también así, pero el dónut es finísimo, con una sección de apenas metros de diámetro (así de bien está determinada nuestra posición en el espacio respecto de, por ejemplo, el Sol).
La órbita de cualquier cuerpo recién descubierto se conoce solo por un puñado de observaciones, que además tienen su propia imprecisión. Esto hace que en la práctica sea un dónut mucho más gordo. Conforme vamos observando más veces (o «recuperándolo» en fotografías del espacio tomadas antes del descubrimiento, pero donde no nos habíamos fijado en el puntito que se movía por lo que sea), ese dónut se va refinando.
La probabilidad de impacto en un momento dado es, entonces, mayor que cero cuando los dónuts del presunto impactador y de la Tierra se encuentran y si en ese momento el asteroide y la Tierra están ahí, en la intersección formada. Va cambiando porque el dónut del asteroide va refinándose. Es, normal entonces que, conforme se van haciendo más cálculos, la probabilidad aumente. Imaginad que el punto real en el que va a estar el asteroide en el momento del presunto impacto se determinara al azar, lanzando un dardo sobre la sección de su dónut en ese instante. La probabilidad aumentará cuanto menor sea la diferencia de áreas con el dónut de la Tierra. Siempre, claro, que la sección del dónut terrestre siga contenida en la otra.
![](https://brucknerite.net/wp-content/uploads/2025/01/Apophis_ellipse.svg-1024x755.png)
Pero puede llegar un momento (y normalmente lo hace) en el que el dónut del asteroide se hace tan fino que, de repente, deja de tocar el dónut de la Tierra. Entonces la probabilidad se hace cero de golpe. Ya no hablamos de «posible impacto», sino de «paso cercano». O, como dicen en inglés de forma un tanto confusa, near miss. Confusa porque se puede entender al revés, como que algo está a punto de no golpearnos, pero al final nos golpea. Y queremos decir justo lo contrario.
Así que no es tan raro que la probabilidad de impacto aumente. Visto que nuestros instrumentos dejarán de ser capaces de ver a 2024 YR4 en mayo o así (porque se está alejando y es muy pequeño), si esa probabilidad no ha disminuido para entonces, no volveremos a poder echar cuentas hasta que vuelva a acercarse en 2028. Y entonces… a saber. Normalmente terminará en cero, indicando que no hay peligro. Pero no lo podemos asegurar.
Por eso tenemos que seguir mirando hacia arriba.
José Sabater (@nudomarinero@astrodon.social), en la conversación que surgió en Mastodón, sugiere este vídeo de ESA que usa un concepto geométrico un poco distinto, pero que explica lo mismo en dos patadas:
Por su parte, el amigo DarkSapiens (@darksapiens.bsky.social) comenta —de paso, demostrando la viabilidad del puente Mastodón-Bluesky— que le preocupa, con razón, que los cálculos sucesivos no estén aumentando la desviación estadística de la órbita más probable para 2024 YR4 respecto de la terrestre, sino disminuyéndola. Este parámetro indica, más o menos, el «centrado» de la órbita de la Tierra en la sección del posible impacto. Por sí solo tampoco dice gran cosa. Pero es un tanto, como diría Héctor Socas-Navarro en su podcast Coffee Break: Señal y Ruido… ominoso.
#leyendo
https://danielmarin.naukas.com/2025/02/05/2024-yr4-el-asteroide-que-podria-chocar-con-la-tierra-en-2032/ #by @eurekablog
Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).
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