¿Starlink, la constelación de satélites que ofrece servicios de conectividad a negocios y particulares por todo el mundo, podría estrellarse? Desde que SpaceX logró afinar las operaciones con el Falcon 9, gracias en parte a una infusión de alrededor de dos mil millones de dólares de dinero público, los lanzamientos de satélites de la empresa de Elon Musk están llenando el cielo de pájaros que vuelan entre las estrellas, como diría un poeta; de repetidores que ofrecen conectividad de internet de banda ancha en la mayor parte del planeta, como diría uno de sus clientes; o de basura espacial que hace más difícil el trabajo, como dicen los astrónomos de todo el mundo. Starlink avanza inexorable tras sorprender a todos los operadores de servicios de conectividad satelital con el pie cambiado. Pese a las iniciativas que despegan para crear competencia en el sector de constelaciones de satélites, la apropiación del espacio orbital que ha ejecutado Musk es difícilmente revertible y convierte a Starlink en un agente cuasimonopolista. Pero Will Lockett, periodista especializado en política y clima, presenta una hoja de ruta elocuente para el desastre. Hay algunas hipótesis en su texto que podrían tildarse de excesivamente pesimistas. Creo que merece la pena comentarlo.
La primera hipótesis del texto es, a mi entender, la más dudosa: que Starlink existe para justificar el sistema de lanzamiento Starship. Esto es lo que pensaría alguien que ha comprado por completo el paradigma de Musk como mesías que nos llevará la tierra prometida. Es decir, a Marte. Yo, sin embargo, no lo compro. En mi opinión, Musk es un ególatra, un agujero negro psicológico, sediento de atención, que usa su imagen de tecnoprofeta para amasar dinero y poder. Musk no quiere ir a Marte. Solo quiere que le admiremos mientras hace caja.
Starlink, además, no justifica un cohete. Es justo al revés. ¿La prueba? Starship no sirve para salir de la órbita baja. Un vuelo de la versión lunar requiere un número indeterminado de misiones adicionales de repostaje antes de salir de la órbita baja. Algunas fuentes lo cifran en cerca de veinte. Esto no es práctico ni barato. En realidad, toda la capacidad teórica de carga y la reutilización completa del sistema de lanzamiento sirve para lanzar más satélites de Starlink, más grandes, y más deprisa. El número de satélites en órbita determina el ancho de banda disponible y, por tanto, la cantidad de clientes que se pueden servir.
Sin embargo, este fallo de enfoque no invalida el resto del razonamiento del autor cuando, más adelante, afirma que las cuentas de Starlink están en riesgo. Efectivamente, Musk ha perdido o está perdiendo una gran cantidad de contratos de perfil muy alto: Carlos Slim, Italia, Ontario. Lo que no veo tan claro es que los clientes privados de Starlink puedan estar también boicoteando la plataforma, igual que se está viendo un boicot masivo a la otra empresa exitosa de Musk, Tesla. Un coche es un símbolo de estatus que va a ver todo el mundo en tu vecindario, así que tiene todo el sentido no comprarlo si percibes que tus pares te pueden ver como un fan de algo no muy aceptable socialmente, como las motosierras impulsadas por ketamina, por ejemplo. Pero Starlink es distinto. Es discreto. El nicho de mercado que cubre está en áreas rurales y plataformas móviles, ambos lugares donde poca gente va a poder comprobar que estás financiando al virrey de los Estados Unidos.
Y la falta de vergüenza se complica para uno de los perfiles de usuarios de los servicios de internet satelital que requieren baja latencia: ¡los gamers! El usuario medio de juegos MMORPG es, me atrevo a sugerir, más propenso a ver a Musk bajo una luz positiva que lo contrario. Todo esto deriva en que ese supuesto boicot no tiene por qué existir, más allá de los casos publicitados y que afectan, al parecer, a contratos futuros. Al no ser SpaceX una empresa cotizada, no disponemos de la información necesaria para saberlo.
Por otro lado, es cierto que Eutelsat, una sociedad con participación de los gobiernos francés y británico, se percibe como una competencia cada vez más viable de Starlink. El servicio de Eutelsat permite combinar el uso de satélites en órbita baja de Eutelsat Oneweb con los tradicionales satélites geoestacionarios gracias la oferta Eutelsat ADVANCE, pero esta posibilidad está orientada a servicios para empresas y a acuerdos con proveedores de telefonía. Los satélites de órbita baja de Eutelsat Oneweb son comparables a los de Starlink, pero hay menos unidades disponibles, de modo que la cobertura y el ancho de banda ofrecido no es tan bueno. También es más caro, al estar dirigido igualmente a empresas. Pobres gamers del agro, dependientes del monopolio de Musk. Por su parte, China y Amazon se cuentan entre los nuevos entrantes en el sector que empiezan o empezarán en breve a presentar batalla. Aunque solo lo hagan para evitar el riesgo de que Musk se apropie de todas las órbitas disponibles.

Es más interesante la posibilidad que levanta el autor de que las cuentas de Starlink estén trucadas. La estructura de costes de Starlink no es muy favorable, al no prestarse a grandes economías de escala. Siempre va a ser cierto que el coste marginal de atraer un nuevo cliente no disminuye en tanto no desciendan los costes de lanzamiento. Cada satélite sirve a una cantidad fija de antenas en tierra porque tiene un ancho de banda limitado para repartir. ¿Quieres más clientes? Lanzas más satélites. Si ya tienes apurada la línea de producción de los propios satélites y de los Falcon 9, la única manera de reducir los costes es lanzar más de una tacada con un cohete proporcionalmente más barato. De ahí surge la necesidad de poner a punto Starship cuanto antes, y no de la carrera lunar de los Estados Unidos con China o de ningún sueño colonial para hacer de Homo sapiens una especie multiplanetaria.
Pero, al revés que decía el expresidente del gobierno Aznar sobre España, Starship no va bien. Hay motivos para suponer que el fallo de diseño que parece haberse revelado en los dos últimos lanzamientos no va a ser sencillo de corregir. Cabe, incluso, la posibilidad de que no pueda resolverse y que la configuración actual de la segunda etapa del sistema de lanzamiento sea una vía muerta. ¿Será así? Suponerlo no es irrazonable. Lo que sí puede suceder, como afirma Lockett, es que SpaceX renuncie a la recuperación de la segunda etapa. Esto, automáticamente, aumentaría los costes del sistema de lanzamiento. Con seguridad más allá de lo que se necesita para que la introducción del nuevo cohete constituya una ventaja definitiva sobre el Falcon 9.
Es lo que se afirma en el artículo citado al principio: que en esas condiciones, y con una más que probable pérdida de capacidad de transporte a LEO del 50 %, Starship puede salir hasta un 33 % más caro que su predecesor. La conclusión es que, en efecto, existe un riesgo cierto de que las operaciones de SpaceX se vean afectadas. ¿Hasta el punto de hundirse? Qué queréis que os diga. La neutralidad está sobrevalorada. Uno puede soñar.
Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).
Comentarios
Una respuesta a «Una especulación sobre Starlink»
@blog Mira, yo llevo un tiempo trabajando en temas de satélite (no con Starlink, con otro de sus competidores) y de verdad que cada vez estoy más convencido de que esto va a acabar siendo la enésima estafa piramidal de los broligarcas.
Lo cierto es que yo me lo paso muy bien porque a nivel ingenieril tiene mil problemas jodidos de resolver, pero de verdad que no entiendo que el modelo de negocio detrás vaya a funcionar. Ever.