Hombres que lamentan con impostada tristeza que los tapones ya no se separan de las botellas. Hombres que claman que esa es toda la innovación que podemos y queremos hacer en Europa, mientras en otras latitudes prometen coches que se conducen solos, naves para llevar hasta Marte a millones de colonos o inteligencias artificiales que nos volverán a todos obsoletos. Hombres, casi siempre hombres con cierto mando en plaza en alguna empresa privada, incluso a veces responsables de innovar, que escriben, se fotografían o incluso se graban en vídeo blandiendo con rabia botellas de plástico para despotricar de Europa, ese hatajo de viejos inútiles, podridos de burocracia y terminalmente confusos mientras por el este los temidos chinos nos arrollan con su disciplina colectiva y su inhumana capacidad de sacrificio, y por el oeste los rutilantes tecnomagnates rompen con valentía todas las lacras del pasado: normas, leyes, la misma democracia.
Esos hombres. Si me cruzo uno más, grito.
Y esto gritaré, pero aquí lo leeréis, escrito con más aplomo. El error de Europa no es inventar el tapón que no se separa de la botella. Más aún, el error de Europa no es la burocracia, tan mejorable como necesaria. Ni haberse hecho vieja y acomodaticia. El error es este, en términos absolutos:

O en términos relativos:

El zeitgeist, como la ola de un maremoto, nos exige aumentar el gasto público en cañones y balas. Y no seré yo quien afirme que no estamos en un momento peligroso y que merece la pena hacer esfuerzos por disuadir a potenciales enemigos y ayudar a aliados. Pero la guerra es algo muy serio. A la guerra se va a matar y a que te maten. Todo lo demás son consideraciones de gente que no va a morir y que se puede permitir el lujo de la geopolítica. A mi nivel, al nivel de mis hijos y —me atrevo a decir, con la seguridad de que me equivocaré en un número despreciable de ocasiones, si no en cero redondo— al nivel de vosotros, lectores, dar la vida es algo que solo debe hacerse por el mejor de los motivos. Razones que existen. Pero hay caminos que transitan por los bordes del peligro hacia la paz.
Uno de ellos es hacerse más fuerte en arte, en ciencia, en política y en tecnología. Es reconocer que nos encontramos en un momento histórico complicado y que tenemos que esforzarnos como sociedad. Es aumentar, radicalmente, la intensidad de la inversión en innovación científica, tecnológica y artística. Es fácil caer en el desánimo, pero levantarse y seguir adelante es obligatorio. Es más fácil aún dejarse llevar por la complacencia de que lo hagan otros o de que ya hacemos lo suficiente, pero no debemos. Construir poder blando es la mejor inversión en el futuro de una sociedad, la europea, que se encuentra asediada por la tríada siniestra del ascenso del autoritarismo, el declive demográfico y el reto del clima.
El mejor ejemplo, a la vez que uno de los más irónicos, de que el poder blando funciona es que Reino Unido, que decidió colectivamente separarse de la Unión Europea para perseguir un mal entendido orgullo de nación independiente, usa ahora los mismos tapones en las botellas de plástico que nosotros, pese a no estar obligados por su legislación. Pero los tapones son solo una anécdota. Tenemos proyectos, grandes y pequeños, que impulsar. Empresas, universidades y organismos públicos para acometerlos. Infinidad de mentes brillantes para trabajar en ellos. Y un suministro inagotable de candidatas y candidatos a europeo que deberíamos acoger, por nuestro bien y por el suyo, para ser todos juntos más fuertes.
Ante los problemas, soluciones. Grabarse en vídeo impostando frustración por algo tan poco consecuente como un tapón que se queda unido a la botella no es lo más inteligente cuando tenemos que exigir más esfuerzo y más inversión en innovación pública y privada. No más pucheros infantiles, quejas ridículas o demostraciones de poderío de macho alfa frustrado arrancando tapones mientras callamos ante los recortes en la universidad pública o el deterioro de los servicios sanitarios comunes. Si vuestra opinión real es que deberíamos prescindir de normas, abolir leyes que nos protegen a todos y abandonar el gobierno democrático, tened el valor de decirlo y pasar claramente al campo de los que tenemos enfrente porque no son humanismo. No son compasión. No son inteligencia natural. No son la herencia de arte y de ciencia que queremos honrar, sino la de dolor y daño que debemos reparar.
Y hablando de innovar, probad a sujetar el tapón con el dedo índice mientras vertéis el líquido. Ya está, problema resuelto. Europa sigue avanzando.

Bonaglia, D., Rivera León, L., & Wunsch-Vincent, S. (2024, diciembre 18). End of Year Edition – Against All Odds, Global R&D Has Grown Close to USD 3 Trillion in 2023. World Intellectual Property Organization. https://www.wipo.int/web/global-innovation-index/w/blogs/2024/end-of-year-edition
Comentarios
2 respuestas a «Los hombres que lloraban amargamente los tapones de sus botellas»
@blog Muy de acuerdo con tus reflexiones. Pero también creo que en Europa se hace mucha I+D de altísimo nivel (como por ejemplo el CERN con el @ATLASexperiment o la ESA con @CopernicusECMWF ), pero no entran tanto por lo ojos como mandar al espacio un coche con un maniquí dentro o ver en "streaming" el amartizaje de un rover.
Además aquí casi toda la I+D es pública, y quizás es verdad que fallamos a la hora de monetizarla. Creo que ese si es un punto flaco que tenemos en Europa.
@blog @brucknerite El mayor problema que tienen esos tapones para ese tipo de gente es que no pueden atribuir su invención a un hombre que se hizo millonario por un invento tan sencillo, en casos anteriores como la anilla que se quedaba pegada a la lata o el cartoncito para no quemarse con los vasos de café Esas cosas les parecían grandísimas ideas y les hacían documentales