La acción de El maquinista de La General recurre en varias ocasiones al desenganche de coches y vagones de trenes —a veces en plena marcha— para progresar, y en el anterior artículo de esta serie nos centramos en cómo era posible hacer algo así con relativa facilidad con la tecnología ferroviaria en uso durante gran parte del siglo XIX. En el cine se abrevian procedimientos para hacerlos encajar en el ritmo del relato muy frecuentemente; Keaton apenas recurrió a ese truco. Antes bien, aprovechó las circunstancias para hacer pedagogía sobre la operación ferroviaria del viejo Oeste, convirtiendo así su obra en algo más que un cuento lleno de acción y humor físico. The General es una carta de amor al tren.
Y ¿qué película de acción ferroviaria no incluye un paseo por el techo de un tren en marcha?
Andar por el techo de un tren mientras avanza por la vía, y probablemente usarlo como escenario para algún combate, es un lugar común en la ficción. ¿Es factible? Vamos a dejar de lado la cuestión de las peleas; parece obvio que andar por una plataforma no demasiado plana que se está moviendo es complejo. Como para pegarse además con alguien. Quedémonos entonces con subirse al techo de un tren en movimiento. ¿Cómo de fácil o difícil es?
Lo primero de todo es darse cuenta de que no había catenarias en las vías de Oregón que Keaton utilizó para rodar su historia de espías y persecuciones ferroviarias durante la guerra civil americana. Las catenarias hacen imposibles los paseos por el techo de los vagones: intentar poneros de pie sería lo último que hicierais. De hecho, Tom Cruise tuvo que eliminar las catenarias en la versión cinematográfica del túnel bajo el canal de la Mancha que corona su Mission: Impossible original. Uno se pregunta legítimamente qué movía aquél tren. Descartadas las opciones del diésel, que no corresponde con el modelo de tren mostrado, y un tercer raíl al estilo del metro de Londres, imposible en un tren de alta velocidad, solo queda el ego del propio Cruise como origen del movimiento. ¿Y cuán grande sería el gálibo de ese túnel, por el que cabía el tren, el helicóptero en pleno vuelo y —lo mayor de todo— el propio ego del protagonista?
Si no hay catenarias de por medio, subirse al techo de un tren es posible, aunque no demasiado seguro. Un físico teórico invocaría la relatividad galileana para indicar que el techo de un tren ideal a velocidad constante en una recta es un lugar tan bueno como la misma tierra firme para darse un paseo. El problema aquí está en dos palabras clave: «ideal» y «recta». Empecemos por la segunda: cualquier curva inducirá aceleraciones normales —es decir, perpendiculares a la tangente de cada punto de la curva—, que intentarán lanzarnos al suelo con consecuencias fatales. respecto de su centro. Observamos que Keaton se sube al techo de su locomotora, precisamente, en un tramo recto. Cómo no.
El otro detalle es la idealidad del tren, que incluye también la de la propia vía. Todos hemos visto esos vídeos del Talgo S-106 botando, para sorpresa de los pasajeros. Mi propia experiencia con ese tren es mucho menos dramática:
Por más críticas que le dediquemos al S-106, una locomotora de mediados del siglo XIX sobre vías de época sería mucho peor. A eso es lo que Keaton se enfrentó, además de a la resistencia del aire, que le obliga a equilibrarse ligeramente inclinado hacia delante.
Además, es muy probable que la escena fuera, como otras en la película de las que ya hemos hablado, algo acelerada en postproducción. Pero la locomotora, claramente, estaba en marcha y no había nada que protegiera a Keaton de una espantosa caída con las consecuencias imaginables. Lo que no sucedió, o no podríamos seguir contando esta pequeña historia en los siguientes capítulos.
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