HORIZON-ER-JU-2024-FA7. Esa es la clave bajo la que se conoce la convocatoria del programa Horizonte Europa 2024-25 que, bajo el verboso título «Hyperloop: hoja de ruta hacia la industrialización y concepto implementable armonizado», pretende otorgar un máximo de 2,3 millones de euros a un único proyecto con dos objetivos simultáneos:
- Un análisis de requisitos operacionales, de seguridad física, de fiabilidad y de riesgos sobre una definición de arquitectura tecnológica del sistema que permita crear una hoja de ruta industrial. A la vez, y dentro del mismo objetivo, se espera especificar una serie de casos de negocio y un conjunto de rutas posibles en Europa.
- Un diseño de referencia para demostradores a escala real que permitan realizar tests de compatibilidad entre componentes de diferentes proveedores.
En efecto. La Comisión Europea tiene a bien regalar conceder 2,3 millones de euros por lo que, a todos los efectos, es otro «estudio de viabilidad» de un hyperloop. Aunque uno envuelto con toda la indigesta terminología que caracteriza las iniciativas de I+D+i de la Comisión. El proyecto no va de construir nada, sino de ofrecer (en 24 meses) algo que ya se ha hecho unas cuantas decenas de veces, al menos, por los sospechosos habituales del sector: la difunta Hyperloop One, su émulo europeo Hyperloop Transportation Technologies y las diferentes compañías de ámbito nacional que tachonan el firmamento de la cancamusa hyperloopera.
Puede consolar el hecho de que la presunta apuesta de la Comisión por el concepto de hyperloop es poco menos que calderilla, desde el punto de vista de la financiación de grandes proyectos de innovación. 2,3 millones de euros puede parecer mucho, pero en realidad solo paga el coste de empresa de entre 15 y 20 ingenieros durante el periodo previsto del proyecto. Menos, dado que habría que detraer cualquier coste de material imputable (¿más maquetas de cápsulas?), viajes o auditorías. Puesto en términos de un casino, la Comisión está poniendo algunas, pocas, fichas sobrantes en una apuesta extremadamente improbable. Quizá alguien ha visto esas noticias que siguen llegando de China y ha preferido cubrirse las espaldas.
Pero no. Con o sin chinos, no ha habido ningún avance significativo desde que Musk, ese genio, revivió este zombi de la ingeniería en 2013. Sigue siendo extremadamente improbable que operar un transporte en condiciones de vacío parcial a lo largo de centenares de kilómetros sea seguro. Una evacuación de emergencia en un tubo de hyperloop sigue requiriendo salvar dos gradientes de presión1 y es un problema difícilmente resoluble. Sigue siendo extremadamente caro construir infraestructuras casi completamente rectas con tolerancias del orden del milímetro en todas las direcciones2 que exigen su realización con secuencias continuas de túneles y viaductos. La gestión térmica de una cápsula que absorberá calor por rozamiento con el aire, aunque sea poco, pero no lo puede radiar al exterior, sigue siendo problemática. Organizar el transporte en cápsulas de 30 a 40 personas de capacidad en vez de en trenes sigue ofreciendo menor capacidad de transporte que una línea de tren convencional, aun a velocidades transónicas. Sigue siendo igual de inviable ahora que entonces. Sigue siendo humo.