Un astronauta de LEGO de color rojo viaja en una pequeña nave sobre un fondo de estrellas que podría haber recortado un niño.

El espacio no es frontera

Un artículo muy interesante de parte de la fecunda pareja que forman Kelly Weinersmith y Zach Weinersmith en Foreign Policy: ¿y si el colonialismo espacial estuviera impulsado por un modelo erróneo de lo que viene en llamarse frontera? La manera más rápida de describir el problema es comprobar como una cantidad importante de autores reputados en la cuestión de la expansión humana por el espacio, incluyendo a Gerard K. O’Neill (famoso por su diseño de los cilindros de O’Neill), citan directamente la frontera del Salvaje Oeste como inspiración para la colonización lunar, marciana o en general del espacio.

Efectivamente: ni la frontera es esa fórmula mágica que confiere sentido, mito y libertad (entiéndase aquí «frontera» con ese sentido tan específico de los países hechos mediante la expansión sobre territorios enormes aprovechando un gran diferencial de densidad de población y de armamento (los Estados Unidos, pero también Canadá o Rusia), ni aunque lo fuera podría aducirse con éxito que la colonización del espacio exterior sería un proceso similar.

Mi propia hipótesis a este respecto, que suelto aquí de forma completamente no solicitada, es que el capitalismo solo puede dominar en un mundo con gradientes enormes que permitan una explotación eficiente y barata. Sin tierras por conquistar —fundamentalmente por colonos masculinos y blancos—, sin colonias llenas de esclavos de iure o de facto por exprimir o sin depósitos minerales accesibles, el capitalismo tal y como lo conocemos no puede sobrevivir.

Y ese sería el secreto del intento, más o menos concertado, de la iniciativa privada por saltar al espacio. Los costes de extraer valor en la vieja Tierra aumentan y los trucos contables no cuentan; a la vez, el coste de subir un kilogramo de equipamiento o tripulación al borde del pozo gravitatorio terrestre disminuye. Ambas tendencias se encontrarán y las empresas se lanzarán en masa al espacio para apropiarse de lo que puedan extraer, ya que la soberanía estatal, según el tratado del Espacio Exterior de 1967, está vetada. Por el momento, la órbita baja terrestre ya está en camino de usucapión por Elon Musk y sus satélites Starlink.

Pero esta nueva fiebre colonizadora no será como la del Salvaje Oeste. Puede que los precios de los lanzamientos estén disminuyendo, pero las tecnologías de soporte vital están en un estado lamentable y compiten con los avances en robótica. ¿Qué llegará primero, si es que algo llega? Al menos los colonos de la Senda de Oregón podían respirar sin la ayuda de artefactos.

foreignpolicy.com/2024/01/21/s @ZachWeinersmith


Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).