¿Una no-noticia? ¿Un rumor? Podría estar cercano el día en que aparezca un paper con datos del James Webb afirmando que se ha encontrado la mejor prueba, hasta ahora, de un biomarcador en la atmósfera de un exoplaneta: K2-18b.

K2-18b está a 124 años-luz de aquí, en la constelación de Leo, orbitando una enana roja de tipo M3V a 0,159 UA de distancia con un periodo de 33 días. Tiene un radio estimado de 2,6 radios terrestres y una masa 8,6 veces la de la Tierra. La gravedad en la superficie sería un 27 % superior a la terrestre, algo incómoda de no ser porque se estima que se trata de un mundo «hicéano»: una atmósfera de hidrógeno envolviendo una superficie, quizá, completamente oceánica.

Naturalmente, la apariencia real de K2-18b será un misterio, quizá para siempre. Con los datos de los que disponemos, no sabemos si se trata de una supertierra con una envoltura atmosférica particularmente densa o un minineptuno. Es muy probable que, debido a la escasa distancia que separa al planeta de su estrella, se encuentre en bloqueo de marea. Es decir: siempre ofreciéndole la misma cara. Esto puede alterar el clima de formas muy radicales, aunque quizá la atmósfera densa juegue a favor para evitar zonas iluminadas muy cálidas y zonas oscuras congeladas.

El biomarcador que se comenta que podría encontrarse en la atmósfera de K2-18b sería el dimetilsulfuro [(CH3)2S]. En la Tierra, es el compuesto de azufre de origen biológico más frecuente en la atmósfera. Proviene del metabolismo del fitoplancton o de una digestión bacteriana de otros compuestos de azufre en las aguas residuales.

Dimetilsulfuro, modelo de relleno del espacio.
Modelo de relleno del espacio del dimetilsulfuro. (Imagen: Benjah-bmm27/Wikimedia Commons).

El problema con los biomarcadores es que, básicamente, solo lo son por un ejemplo: la Tierra. Si no somos capaces de concebir un proceso no biológico que arroje como resultado químico un compuesto determinado, podemos asumir que lo ha podido producir un ser vivo. Pero ese razonamiento siempre estará expuesto a que alguien, con la suficiente imaginación, postule un proceso no biológico que pueda dar lugar a ese mismo compuesto. Como solo existe un ejemplo de vida confirmada en todo el universo, una versión poco afilada de la navaja de Ockham daría automáticamente por bueno lo postulado. Salvo, quizá, que sea algo astronómicamente improbable.

Así que la pregunta será esta: ¿cuánto tardaremos en ver un paper que establezca un origen abiológico para el dimetilsulfuro? Estimo que muy poco tiempo después de que aparezca ese artículo que se barrunta con datos del JWST. Aunque hay una interpretación de los datos conocidos que propone un océano de magma en vez de un océano de agua, con lo que todo esto podría ser un castillo en el aire… O en el espacio, en este caso.

arstechnica.com/space/2024/01/


Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).