A utilizó su avión privado 169 veces durante 2023. Casi una vez cada dos días. La distancia media que recorrió en cada uno de esos vuelos fue de casi 2500 kilómetros, pero su vuelo más corto fue apenas un salto de veinticinco kilómetros. Algo que, por las malas, muchos de nosotros podríamos hacer andando en un día. En cualquier medio de transporte razonable, esa distancia se hace en un rato.
A, durante ese año, vertió 2400 toneladas de CO₂ en el límite de la troposfera, el lugar más sensible donde hacerlo, tan solo volando en su avión. Esta cifra no incluye movimientos en tierra de la aeronave (el llamado taxiing). Ni ninguna otra actividad contaminante. No una «especial» como el uso de un yate, sino nada más. Cualquiera de nosotros, es decir, todo el mundo en todas nuestras actividades cotidianas, habremos generado 4,7 toneladas de CO₂ en media en ese tiempo. Este número sí es absolutamente inclusivo: contiene lo imputable a nuestras actividades directas, pero también una parte proporcional de todas las emisiones industriales y de transporte del planeta. La diferencia entre la cifra de A, parcial, y la tuya o la mía, total, es un factor de más de quinientas veces.
A, sin embargo, no está solo. D también ha quemado queroseno para verter otras tantas 2400 toneladas de CO₂ en la alta atmósfera. B, por su parte, ha vertido 2100. C no se queda demasiado atrás, con 1800. E, F y G, por su parte, han vertido 1700 toneladas cada uno. H ostenta el vergonzante récord de haber hecho volar su avión para recorrer tan solo trece kilómetros. Aquí tenéis los datos completos:
Los aviones privados o «de negocios» sirven a una población de alrededor de 256000 personas en todo el mundo, con una riqueza media per cápita de 116 millones de euros y un total de 29,2 billones, casi treinta veces el producto interior bruto de España. Es interesante echar una mirada a la evolución de unos cuantos indicadores clave:
¿Eso que vemos es una buena noticia? Entre 2022 y 2023, mientras el número de aviones privados seguía aumentando, el total de emisiones se mantenía aproximadamente constante, igual que el número de vuelos. ¿Se está implementando alguna solución tecnológica que pueda, a largo plazo, mejorar esta situación? ¿Podrán nuestros queridos cienmillonarios y milmillonarios acudir en sus palacios alados a la final del mundial de fútbol, al foro de Davos, al festival de Cannes o (¡ironía!) a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático —los cuatro destinos más populares, al parecer— sin hacer arder el mundo?
No. Añadiendo humillación al insulto, la introducción de los PIA (Privacy ICAO Addresses, identificadores anonimizados emitidos por la Organización de Aviación Civil Internacional que permiten separar la matrícula del avión de su código de traspondedor) está logrando que las emisiones de CO₂ registradas por los vuelos de los aviones privados disminuyan al mismo tiempo que el número de aparatos aumenta, porque sus vuelos ya no pueden identificarse por separado. Mientras, los fabricantes prevén que los 26000 aparatos que vuelan hoy podrían crecer en más de un treinta por ciento para 2033.
A, tristemente, no es una letra escarlata.
Para leer más
[Gössling 2024] Gössling, S., Humpe, A., & Leitão, J. C. (2024). Private aviation is making a growing contribution to climate change. Communications Earth & Environment, 5(1), 1-11. https://doi.org/10.1038/s43247-024-01775-z
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