Una mesa con objetos muy variados, completamente desordenados, y ligeramente desenfocada. En primer plano, una mano sostiene una lupa. En su cristal se ven, claramente, las esquinas de dos billetes de veinte dólares.

El misterio de la innovación en España

Le doy muchas vueltas a muchas cosas, pero una de las que ocupa más tiempo últimamente mi mente es este misterio sobre el funcionamiento del ecosistema español de la innovación1. Lo ilustraré con dos gráficos. En el primero, se muestra el gasto bruto en en estos menesteres en la Unión Europea, países de su entorno económico inmediato y, por comparación, cuatro grandes potencias:

Gráfico de barras que muestra el gasto en innovación, en porcentaje del producto interior bruto, para la UE, sus países componentes, países de su entorno económico (Suiza, Islandia, Noruega, Turquía, etcétera) y, para comparar, Corea del Sur, los Estados Unidos, Japón y Canadá. Se observa que el gasto español está en el grupo intermedio de países de la Unión, pero por debajo del gasto medio de la UE. Datos de 2023.
Fuente: Statistics Explained, Eurostat.

Observamos que España muestra un porcentaje de gasto relativo a su producto interior bruto del 1,49 por ciento, bastante por debajo de la media de la Unión (2,22 por ciento) y muy por debajo de los países que encabezan el grupo, Suecia, Bélgica, Austria, Alemania y Finlandia, todos por encima del tres por ciento.

Comparemos ahora esa gráfica con esta otra, que muestra el número de participaciones medio anual hasta 2023 en el principal programa de financiación de la innovación de la Unión Europea, Horizonte Europa (y su predecesor hasta 2020, Horizonte 2020):

Gráfico de barras que muestra, en dos grupos (estados "normales" y "especialmente animados a participar", podríamos traducir la jerga), las participaciones medias en los programas Horizon Europe y su predecesor, Horizon 2020, de la Comisión Europea. El primero es España, seguido de Italia y Alemania.
Fuente: Niakaros et al. 2024, Comisión Europea.

Olvidémonos de la jerga europea. Es criticable con fruición, pero ahora vamos al meollo. ¿No llama la atención que España esté encabezando las participaciones en los programas de innovación europeos? Sería de esperar que la intensidad de gasto bruto en innovación fuera un proxy aceptable2 de las demás estadísticas, y sin embargo no es así. Tampoco se cumple —y aquí tendréis que creerme, esto es un artículo en un blog, no una tesis de doctorado— que haya más participaciones pero por menos importe total. España también lidera la captura de fondos europeos de innovación. Algo ocurre para que los españoles seamos tan entusiastas con Europa. Este artículo de El Economista (Bruselas alerta de la falta de innovación española: poca I+D, pocas empresas y pocas patentes) muestra las piezas fundamentales del tablero, pero sin llegar a ninguna conclusión. Avanzo desde ya que hay muchos factores que distorsionan la comprensión del fenómeno, pero voy a avanzar una hipótesis para explicar el comportamiento de las empresas privadas, que es la parte del ecosistema que mejor conozco. Varias piezas de la explicación, sin embargo, son también de aplicación a la empresa pública o la academia.

En primer lugar, las ayudas públicas a proyectos de innovación están topadas por ley. El marco legal (la ley 38/2003 de Subvenciones y las directivas europeas que traspone) impide subvencionar un proyecto con más del cien por cien de su coste. Esto, que parece de cajón, sufre progresivos recortes en función de la profundidad de la innovación, del receptor potencial de las ayudas y, en menor medida, de la región en la que el receptor potencial se encuentre. El resumen de brocha gorda es este: más ayuda para actividades más cercanas a la ciencia básica, menos cuando más cerca esté de llegar el proyecto a un estado comercializable; más ayuda para entidades sin ánimo de lucro que para empresas; más para empresas pequeñas que para empresas grandes; y, finalmente, más para regiones consideradas «desfavorecidas» que para otras con mayor fortuna3.

Por concretar, hablemos de una empresa privada de tamaño «no grande» —menos de 250 empleados, aunque también hay consideraciones sobre la facturación máxima y la evolución en el tiempo de estos dos indicadores—. Llamémosla TELERÍN SA, por ninguna razón especial. TELERÍN no hace ciencia básica porque es una empresa que vende cosas, así que no le aplica la intensidad máxima posible de subvención porque su innovación es «menos profunda» que la que pueda hacer un laboratorio como el CERN. Con los programas de la Unión Europea, TELERÍN podría recibir hasta el 70 por ciento del presupuesto total de su proyecto.

Eso es jugoso, pero como los fondos son limitados, también atrae mucha competencia. De modo que TELERÍN podría llevar su proyecto a algún organismo de financiación nacional, lo que recorta en principio el conjunto de sus competidores a otras entidades en España. Por ejemplo, el Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI), dependiente del Ministerio de Ciencia, etcétera. Los nombres largos, esa plaga. Pero CDTI no ofrece, en sus diferentes líneas, más de un 30 por ciento. Las convocatorias de ayudas menos competitivas pueden ofrecer porcentajes efectivos menores del 15. O, incluso, de cero. ¿Cómo es posible?

Banner de CDTI con una niña de pelo largo con bata de laboratorio con las siglas "I+D" y sosteniendo una especie de bola de Navidad luminosa en la mano derecha. Imagen obviamente creada con una IA generativa. El texto adicional dice "Ayudando a crear futuro" (dos veces) y da la dirección web de CDTI (a la que ha habido que llegar para ver el banner) y el apodo en X (de todas las redes sociales que hay).
Banner de CDTI con una imagen obviamente creada con IA generativa. (Imagen: CDTI)

El CDTI se comporta como un banco de inversión, y además uno con particular aversión al riesgo. La mayor parte de sus ayudas vienen en la forma de paquetes con dos tramos, reembolsable y no reembolsable. La subvención propiamente dicha es el «tramo no reembolsable». El tramo reembolsable es un préstamo en condiciones, digamos, favorables. Aunque lo único realmente favorable son los años de carencia del préstamo. Lo demás es más o menos lo mismo que podría dar la banca privada, aderezado con una necesidad de documentación de cada acción y cada gasto muy superior a la que un banquero convencional exigiría. Las líneas de ayuda con menor competencia tienen un tramo no reembolsable de cero y, por tanto, son préstamos puros que solo aumentan el pasivo de TELERÍN.

TELERÍN también puede recurrir a financiadores menores en la forma de los diferentes organismos autonómicos. Las ayudas de los organismos autonómicos parten del criterio fundamental de «hacer patria chica» y suelen requerir menos esfuerzo para lograrse y para justificarse con éxito. Esto suele ser así porque las autonomías tienen fondos transferidos de instancias superiores que tienen que gastar o devolver a tiempo, limitaciones claras de personal supervisor, y un deseo muy fuerte de no quedar mal. Sin embargo, para justificar esta menor presión regulatoria, las diferentes líneas de apoyo vienen con la etiqueta de «ayuda de mínimis»4. Una ayuda de cuantía lo suficientemente baja como para escurrirse por debajo de la rendija de la puerta legal —el criterio aquí es «no distorsión de las condiciones de mercado»—. El máximo de ayuda «de mínimis» es de 200000 euros en tres años, acumulables entre diferentes proyectos.

Si los proyectos de innovación de TELERÍN son pequeños, el marco regional ofrece una vía fácil de financiación. Pero TELERÍN, como una gran mayoría de empresas que se lanzan a navegar las procelosas aguas de la innovación en España, está dirigida por Un Señor. Su principal preocupación no es innovar, sino ganar dinero. De eso depende la existencia continuada de un ejemplar de Cocharrancanus gigantosteopithecus en el garaje de su casa. De alguna manera, las ayudas a la innovación tienen que compensar los costes —salarios, cotizaciones sociales, etcétera— de quien tenga en nómina para mover todos esos papeles innovadores. Porque, en efecto, al final innovar es lo de menos: lo importante es justificarlo para recibir la ayuda en tiempo y forma.

Un Audi Q7 blanco inmenso en un garaje muy grande, que llena. Se ve desde atrás.
Un ejemplar de Cocharrancanus gigantosteopithecus llenando su madriguera natural. (Foto: Alex Urezkov/Pexels)

¿El problema de TELERÍN? No puede aumentar su pasivo porque su calificación crediticia bajaría, así que los programas de ayuda con tramos no reembolsables pequeños están fuera de la cuestión. No sirve el truco de buscar proyectos más grandes, porque la intensidad de la ayuda es constante y, por tanto, el volumen del préstamo crece más. Además del coste de empresa de su personal innovador de dedicación exclusiva, que supongamos es de 60000 euros al año5, los proyectos tienen gastos propios. Materiales, subcontratas, horas de personal adicional. Una sencilla multiplicación (por tres años) nos indica que el marco de ayudas «de mínimis» se queda pequeño. Más todavía cuando compite con otro tipo de líneas de apoyo, como las de digitalización de la empresa. Si quiere hacer innovación, TELERÍN solo puede aplicar a proyectos europeos. Los únicos que le dan suficiente dinero para pagar nóminas. Naturalmente, TELERÍN nunca cometería la irregularidad de sobrevalorar trabajos para engordar el presupuesto de su proyecto. Sobrevalorar en horas, no en dinero, porque los participantes en cada proyecto se nombran con antelación y sus nóminas se aportan durante la justificación. Las horas, sin embargo, solo se declaran en partes horarios que, si son consistentes con los máximos legales, nadie va a impugnar. Eso lo hará otra gente, corriendo los riesgos que correspondan. En TELERÍN ya se han enfrentado a alguna auditoría y han salido de ella sin perder plumas.

¿Por qué España encabeza la clasificación de participación en proyectos europeos, entonces? Con lo que hemos visto hasta aquí es obvio: porque no hacemos innovación si las ayudas no nos pagan los costes del personal que la ejecuta. Podéis opinar que la innovación es, en realidad, una inversión a largo plazo. Pero Un Señor no opina lo mismo. Solo ve su cuenta de resultados y sus previsiones a un año vista. Lo que ocurra en cinco años le pilla lejos, salvo para los juegos florales de los documentos de misión, visión y risión que divierten tanto al gerencialismo moderno. Su Cocharrancanus puede haber abandonado su garaje antes. Bastante tiene con su coste de estructura —eufemismo para «improductivos»— en forma de administrativos que sudan sangre para sacar las nóminas todos los meses y gente que se deja los ojos vigilando que las actividades de TELERÍN no resulten en heridas para nadie.

Además, Un Señor no es tonto y sabe lo mismo que saben los que se dedican al capital-riesgo: que de cada cien intentonas, noventa fracasan, nueve renquean y una, solo una, tiene un éxito de campanillas que justifica todo el esfuerzo. Un Señor, como todos los directores de pequeñas y medianas empresas españolas, no puede permitirse lanzar cien proyectos de innovación en ningún intervalo de tiempo razonable. Es muy consciente de que los números de la lotería del mercado están cargados en su contra.

Y entonces ¿por qué hace TELERÍN innovación? Porque le da buena imagen, algún puntito extra en concursos públicos y —esto es clave— para rebajar su impuesto de sociedades. Con este último objeto se gasta, si hace falta, entre miles y decenas de miles de euros en consultores que certifiquen su esfuerzo innovador ante la Hacienda pública. Porque si su cifra total de negocios es de, pongamos, treinta millones de euros y el tipo impositivo en Sociedades es del veinticinco por ciento, cada punto porcentual de rebaja que consiga son trescientos mil euros, directos a beneficios. Es posible deducirse el cuarenta y dos por ciento del coste del personal de dedicación exclusiva a innovación, además de porcentajes menores para otros gastos de personal y de proyecto, independientemente de si se ha concluido o no con éxito.

Así que si haces proyectos europeos y luego te curras las deducciones fiscales, puedes pagar el total de los costes laborales de tu personal innovador y seguir en el juego. Pero si no los haces, no puedes. Quién soy yo para juzgar si TELERÍN debería hacer innovación independientemente de esas consideraciones, porque innovar es bueno para la sociedad y demás cháchara. Y quién soy yo para juzgar correcto o no que TELERÍN despida a su director de innovación porque las subvenciones capturadas no alcancen a pagar su sueldo, una de las pocas verdades que recogía su carta de despido. Sin duda era un empleado ineficiente.

Bibliografía

Directorate-General for Research and Innovation (European Commission), Niakaros, K., Volpe, R., & Kreiman Seguer, G. (2024). Country participation in the EU R&I framework programmes: A retrospective on the first three years of Horizon Europe (2021 2023) : monitoring and evaluation report. Publications Office of the European Union. https://data.europa.eu/doi/10.2777/485995


  1. Lo que se suele llamar en la jerga I+D+i, acrónimo que significa «investigación, desarrollo e innovación». Aunque lo parezca al ojo no entrenado, esos tres términos no indican lo mismo y hay definiciones precisas para cada uno que se salen del ámbito de este texto. Hablaré de innovación, pero me refiero al conjunto. ↩︎
  2. Es decir, un valor que permite predecir con una fiabilidad aproximada otros, más o menos relacionados. Por ejemplo, vuestro gasto en vuelos transoceánicos es un proxy de vuestra renta. ↩︎
  3. Si tenéis curiosidad malsana, he encontrado un documento breve (¡seis páginas!) de la Comisión que describe los límites de las ayudas posibles: MEMO 08/659, 28/10/2008. ↩︎
  4. Mimimí. Sí, yo también lo pensé la primera vez que lo vi. ↩︎
  5. Dadle una vuelta al tamaño del departamento de innovación de TELERÍN SA con ese dato. ↩︎
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Comentarios

5 respuestas a «El misterio de la innovación en España»

  1. @blog

    Al leer la parte final, confieso que solté un "¡Ay!"

    Siempre dicen que en USA se puede (¿podía?) innovar mejor. Molaría ver el detalle.

  2. @blog Una reflexión interesante…

  3. @blog @brucknerite Españistán, ese territorio pleno de empresaurius empresauri. Y la de triquiñuelas que hacen las startups que todavía son más pequeñas aún. Se endeudan hasta que revientan y luego o emigran para pagar las deudas o también pueden emigrar para pagar las deudas y despotricar contra el país que les permitió estudiar una carrera sin arruinarse por ello pero que tiene la culpa de meterse en cosas arriesgadas “por ser vos quien sois”…

  4. se podría enterrar a todos los organismos de investigación, solo con los proyectos que se han quedado metidos en un cajón… y con la documentación a sus familias, pero no hay dinero para los proyectos realmente que interesan a las empresas, por no decir que actualmente si no pone IA o 5G en la propuesta no te la conceden, osea que si pretendes financiar la gallina de los huevos de oro vas a tener que poner que tiene IA5G porque sino no te llegará la pasta.

  5. @blog Me pareció ver un ivanómetro fijado a una ménsula de catenaria.

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