La alternativa a la minería de asteroides, tecnológicamente más cercana, es la minería de las profundidades oceánicas. El fondo marino tiene nódulos del tamaño de patatas —de todo tipo de patatas, grandes y pequeñas—, ricos en níquel, cobre, cobalto y manganeso. Teóricamente, no es muy complicado recogerlos mediante «roombas de las profundidades». Otras formaciones, como cortezas polimetálicas y fuentes hidrotermales, también son susceptibles de ser explotadas. Aunque se antojan más complicadas.
Los nódulos polimetálicos pueden proporcionar una fuente concentrada de metales cuya minería en superficie es cada vez más costosa, por el decreciente rendimiento de los yacimientos que obliga a los mineros a alcanzar profundidades cada vez mayores. Pero la ecología de los fondos marinos en interacción con estos nódulos no es muy bien conocida, y el propio proceso de extracción plantea preguntas muy serias. ¿Qué ocurrirá con el sustrato marino, que tarda miles de años en crear un milímetro de suelo, al remover varios centímetros de una vez? ¿Cómo reaccionarán los seres vivos a la turbidez?

En un mundo ideal, la minería no sería necesaria a partir de cierto nivel de extracción. Nuestro objetivo tecnológico debería cifrarse en lograr una circularidad casi completa en el uso de metales y otros recursos no renovables. Pero incluso aunque tal cosa se consiguiera —y estamos muy lejos de conseguirlo—, la necesaria descarbonización de la economía lleva aparejado un aumento enorme de la demanda de estas materias primas para impulsar la electrificación de todas las actividades humanas. Con o sin reciclaje, son necesarios más metales y tienen que salir de algún sitio.
Los fondos marinos son ecosistemas frágiles y su regeneración es extremadamente lenta. ¿No estaríamos mejor invirtiendo seriamente para ir al espacio a encontrarnos con nuestra próxima «fiebre del oro»?
#leyendo https://www.reuters.com/graphics/MINING-DEEPSEA/CLIMATE/zjpqezqzlpx/
Nota original en el Mastodón de @brucknerite (podría haber sido borrada).